cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Conocíamos algunos grandes nombres como el filósofo Emil Cioran, el narrador e historiador de las religiones Mircea Eliade o el gran dramaturgo del teatro del absurdo Eugene lonesco. Los tres, por cierto, buenos amigos, y los tres para hacer fortuna intelectual tuvieron que irse de Rumanía y acabaron escribiendo en francés e inglés; lonesco incluso desrumanizó su apellido, lonescu. La literatura rumana ha sido la pupas de la literatura europea hasta el punto de que cuando, por primera vez en la historia, le conceden un premio Nobel de Literatura a Rumanía en cl 2009, lo hacen a Herta Miiller, una autora excelente, pero que pertenece ala minoría germana y escribe en alemán. De hecho, en Catalunya el escritor rumano más popular ha sido un autor que nadie reivindica: Vintila Horia, autor de extravagantes autobiografías ficticias de grandes personajes de la historia e ideólogo del fascismo rumano que se refugió en España bajo el palio de Franco pero hizo, como mínimo, algo bueno: montó la agencia literaria A.C.E.R., en la que aprendió los rudimentos del oficio Carmen Balcells.

Por eso hay que celebrar el actual reconocimiento de la literatura rumana en España, el país donde actualmente se traducen más autores del país de los Cárpatos. Ya era una autora consolidada en nuestro país la poeta y ensayista Ana Blandiana, con libros traducidos en catalán en Eumo y en castellano en Pre-Textos y Periférica. Ahora se han sumado autores revelación como Tatiana Ţîbuleac, que acaba de publicar El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, donde nos muestra la difícil relación entre un hijo que sale del sanatorio mental donde está ingresado para pasar las vacaciones con su madre. En su reciente visita a nuestro país, Ţîbuleac me explicó: «Yo no sé qué grado de locura tiene que tener un escritor, pero creo que si resultara siempre una persona lúcida sería aburrido. Creo que tiene que forzar los límites del lenguaje y llevar las cosas lo más lejos que pueda».

Capitanea este desembarco de autores rumanos Mircea Cărtărescu, editado por dos editoriales independientes y artesanales que te devuelven la fe en los editores: Impedimenta en castellano y Periscopien catalán. Tras la publicación de un libro monumental como Solenoide, se ha editado hace unos meses El ala izquierda, primera parte de la trilogía Orbitor: una biografía de lo soñado, arrebatada e hipnótica, donde todo es alucinado pero todo resulta rabiosamente verdadero. Deslumbrante. Se dice que Cărtărescu podría ser el primer premio Nobel dela literatura rumana.

Aprovecho que lo invita el MOT, que se ha consolidado como uno de los grandes festivales literarios europeos, para darme un garbeo por Olot. Doy con Cărtărescu en la terraza del hotel Riu Fluvia tomándose una cerveza con su traductor al catalán Xavier Montoliu. Me pido otra. Le digo que hace doce años escribió un texto titulado No es fácil ser un escritor rumano y le pregunto si eso ha cambiado: «Ser autor de una literatura marginal como la rumana no era fácil entonces ni loes ahora. Para ser aceptado en Occidente siempre he tenido la sensación de que debía ser mejor que los escritores occidentales. De alguna manera, siempre he tenido un complejo de inferioridad saludable, porque me ha hecho ser más ambicioso, no perderla frescura ni la espontaneidad. Pero sí hemos mejorado en estos años. Durante décadas sólo se podía ser un escritor conocido viviendo en Francia o en Estados Unidos. Por fortuna hoy puedes vivir en cualquier parte, ¡incluso en Rurganía!».