En La Trastienda nos hemos propuesto indagar en qué coinciden un escritor y un editor y para ello hemos reunido en una misma mesa a cinco editores, seis escritores y un experto en redes 2.0 y les hemos preguntado sus pareceres. Llegados a este punto, el lector puede seguir las indicaciones de Iñigo García Ureta que dice que ninguna de las respuestas a esta pregunta puede ser sincera, ya que si se supiera qué hacer para que un libro venda, los editores no publicarían libros que no venden, o bien seguir las de Fernando Aramburu cuando dice que para escribir un buen libro, lo que hay que hacer es “llevar una rica vida sexual” o sumérjase en este artículo donde al igual que el método de tejido “patchwork” en cada retal encontrará un pequeño tesoro donde descubrir que quizá el secreto de un buen libro esté en la suma de todos ellos.
Emilio Albi, editor de Ediciones Temas de hoy, coloca el éxito de un buen libro en el lector y deja claro que un libro se vende no porque el editor o autor lo quieran o porque se esfuercen en ello, sino porque lo quiere el consumidor. Para conseguir este objetivo basta con seducir al lector y hacer que pase a la página siguiente de forma continuada, algo que se conseguirá más fácil si, al menos, hay un personaje que estimule al lector. El secreto del editor será saber qué ubicación va a ocupar el proyecto literario dentro del mercado, ya que al final, para Emilio, la literatura es una inmensa conversación entre lectores y autores. Tampoco pasa por alto el trabajo de los autores, agentes, editores, equipos de arte, departamentos de marketing, críticos literario, distribuidores, blogueros, tuiteros y libreros, todos juntos y coordinados. Y dice que la búsqueda de “best sellers” es la ilusión constate y motivadora de un editor. Enrique Redel de la Editorial Impedimenta arroja una cifra esclarecedora: el 95% de los libros se mueren a los dos meses de su nacimiento. Con este panorama, el éxito de un libro lo basa en tres pilares fundamentales: visibilidad, belleza y selección, entendiendo por visibilidad su colocación privilegiada en las librerías, la belleza como portadas atractivas y encuadernaciones duraderas. Y por último, la selección, sabiendo que el lector elegirá libros que han pasado por filtros de calidad y capacidad prescriptiva.
Pablo Mazo de la editorial Salto de página pone el punto de inflexión en el sello, la distribución y la prensa, excluyendo al propio libro de esta ecuación ya que le parece que tiene una relación muy problemática con la comercialidad; la calidad literaria (que en todo caso siempre es difícil de objetivar) es a veces el principal motivo de que un libro funcione, y otras, paradójicamente, parece actuar como un obstáculo- apunta-. La importancia radica en el sello, como lugar editorial adecuado para cada tipo de libro y la distribución y prensa como claves fundamentales para que una novela se abra paso y llegue a ese umbral de lectores donde el boca oreja empieza a trabajar. Juan Casamayor de la editorial Páginas de Espuma apoya también el éxito en la marca editorial como referencia para los lectores y en la comunicación tradicional y tecnológica, como arma para llegar a los lectores y en la visibilidad del producto. Iñigo García Ureta como editor opta por darle la vuelta a la pregunta y ofrece las soluciones para que un libro (de no ficción, recalca) no venda. Dice que para ello su mensaje debe ser negativo (¿qué vende más decir: dejar de fumar es fácil o fumar te dejará impotente y luego te matará, de modo que ya lo estás dejando?) Respalda también que la información que ofrezca el libro tiene que tener una fecha de caducidad inmediata y que aspire a demostrar lo erudito que es su autor y lo difícil que resulta entenderle. Denle la vuelta ustedes mismos. Llegados a este punto, nadie (o si lo ha hecho ha sido de refilón) habla sobre el papel de la web 2.0 como estrategia en el mercado del libro. Es Javier Celaya del grupo Dosdoce, un observatorio que analiza las nuevas tecnologías en el sector cultural, quien se atreve a desvelar lo que hace que un libro se convierta en un Best seller: “es el boca oído” dice con rotundidad y la web 2.0 te ofrece la posibilidad de que un libro tenga esa visibilidad deseada y llegar más lejos. Eso sí- recalca- si se sabe utilizar de forma adecuada. Además cuenta que como lector, escritor o editor las redes sociales permiten encontrar nuevos autores saliéndose de la serendipia habitual ya que, hasta ahora, eran las librerías o los medios de comunicación los que seleccionaban por nosotros mientras que con las 2.0 puede ser tu amigo, tu vecino o un desconocido el que acabe por recomendarte un buen libro.
¿Y cuando se les pregunta a los escritores? Lo cierto es que todos obvian la repercusión del libro en el mercado y los medios de comunicación. Así, Antonio Gómez Rufo fija su respuesta exclusivamente en el producto y habla sobre la necesidad de tener una buena historia que contar; la necesidad visceral de narrarla y el dominio de la técnica para relatarla. Francisco Javier Irazoki habla del cuidado artesanal y compara al escritor con un fabricante de muebles que trabaja agachado, pendiente de detalles minúsculos; así- dice- el escritor es un fabricante de sillas verbales donde lo que importa es el talento libre del autor, sin ataduras ni cálculos mercantiles. También destaca la importancia de eliminar lo superfluo y quedarse con lo esencial. Fernando Aramburu lanza tres elementos básicos para escribir incluso “muy buenos libros” y sin los cuales es punto menos que imposible hacer nada valioso en esta vida, esto son: una buena alimentación, ejercicio físico acompañado de una rica vida sexual; excursiones frecuentes al campo y ser un genio de la literatura; esto último haciendo referencia a que si uno carece de las debidas facultades y conocimientos, mejor que ni lo intente. El escritor Willly Uribe introduce de forma humilde entre sus claves la palabra “tratar” de escribir un buen libro y las fija en: no obsesionarse por encontrar una buena idea, dosificar la fuerza o la rabia que llevamos dentro, que el escritor utilice el lenguaje como herramienta de expresión y no que el lenguaje le utilice al escritor y finalmente, tiempo y mesura para pulir, revisar, rescribir, tensar, equilibrar el texto. Pedro Ugarte, por su parte, después de puntualizar entre que no es lo mismo escribir un buen libro que venderlo, divide su opinión en dos puntos: uno interior y otro exterior. En el primero, hace ahínco en la coherencia del escritor con sus obsesiones, sus preocupaciones y sus motivos para contar una historia y en el segundo, hace referencia al trabajo del escritor para llevar adelante el texto con máximo rigor. Jon Bilbao coloca al mismo nivel al escritor y al lector. Por un lado y como clave fundamental habla del deseo de escribir ese libro, seguido de que el escritor no puede olvidar que en el otro lado de su escritura existe un receptor de su mensaje, de ahí que deba estar convenientemente articulado, pues el lector también tiene que tener un motivo para leer la obra. El resultado del éxito del libro se compone de dos partes, una conocida y otra desconocida. Siempre hay factores que escapan al control del autor y que pueden ayudar, o no, a que su obra funcione: una buena campaña de promoción, la semejanza con otro libro que ha tenido mucho éxito, un premio de relumbrón -acaba por puntualizar-.
Así que ya saben si lo que desean es un buen libro hagan la mezcla: combinen belleza, sensibilidad, cuidado, técnica, un poco de sus obsesiones, buenas ideas y agítenlo. Busquen un buen sello, no olviden contárselo a sus amigos de Facebook y quizá obtengan buenos resultados pero, en cualquier caso, cuando salgan de paseo entren en las librerías; esto último, por favor no lo olviden.
Por Beatriz Celaya