«Publicar lo más valioso de la literatura clásica y moderna es nuestra más firme intención, en ediciones que nos satisfagan a nosotros en tanto lectores exigentes». Así se presenta Impedimenta, editorial fundada en 2007 por Enrique Redel (Madrid, 1971) y galardonada en 2008 con el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural junto a las editoriales del Grupo Contexto. De entre sus publicaciones destaca, por ejemplo, Botchan, de Natsume Sōseki (disponible en FantasyTienda), publicado en 2008 y galardonado con el Premio Llibreter al mejor libro del año, o La hija de Robert Poste, de Stella Gibbons (disponible en FantasyTienda), que vio la luz en 2010, junto con una de sus últimas apuestas, La flor azul, de Penelope Fitzgerald. Hoy nos abren sus puertas —y sus páginas— para que comprendamos mejor cómo funciona su hogar literario.
Morgana Majere: Impedimenta es un nombre muy potente que evoca la fortaleza y la pervivencia del mundo romano en nuestros días (impedimenta, en latín, hace referencia al bagaje del ejército o de un viajero). ¿Por qué este nombre para la editorial?
Enrique Redel: Nos interesaba potenciar la idea del libro como algo valioso, que viaja con uno a lo largo de una vida, que uno se lleva en las mudanzas. Huíamos del concepto del libro como algo de usar y tirar. Preferíamos pensar en el libro como un objeto de usar y guardar, más que como una mera opción de entretenimiento. El libro a veces nos hace ir más lentos por la vida. Y a veces nos daña la espalda y la cabeza. No nos queríamos quedar con el libro como algo ligero y prescindible.
Morgana: Ya lleváis siete años en escena, pero ¿cómo surgió la idea de su fundación?
Enrique: Yo llevaba ya varios años siendo editor en otras editoriales, y salvo la última, que también era mía en cierto modo, tenía una necesidad imperiosa de no tener que contar con nadie para llevar a cabo mi propio concepto de editorial. Me interesaban las recuperaciones, los clásicos modernos, los libros bien hechos, los libros que tuvieran “algo más”, que yo pudiera recomendar con auténtica pasión. De ahí nació el concepto de la impedimenta, del bagaje que uno ha de llevar como lector. Y los libros vinieron solos. En mayo de 2007 nos unimos tres socios (ahora solo quedamos dos) y montamos la editorial. Desde entonces llevamos 125 títulos publicados.
Morgana: ¿Cuántos miembros integran Impedimenta y a qué se dedican dentro de la editorial?
Enrique: En estos momentos somos tres personas trabajando en la editorial a tiempo completo. Yo me encargo de la dirección editorial (elijo los títulos, hago la planificación editorial, doy el visto bueno a todo el proceso editorial, planifico la estética de la editorial, redacto casi todos los textos que salen de la editorial —salvo los de los autores y traductores, evidentemente), de las decisiones estratégicas y de dar la cara en todos los sentidos: prensa, autores, traductores, libreros, impresores, red comercial, distribuidores. También leo nuevos libros que llegan a cada instante a la editorial y decido si se publican o no. Pilar Adón, además de leer y de codirigir en cierto modo este departamento de edición, se encarga de la administración de la empresa, que es fundamental (contratos, facturación, control financiero), y también de estar en contacto con muchos de los proveedores. Y por último está Cristina Martínez, la diseñadora, que es la responsable del diseño. Ella es quien hace a fin de cuentas los libros: los maqueta, los diseña, los hace tan bonitos como son. Además, ayuda a Pilar en el tema de la administración.
Los tres, no obstante, somos un poco todo terreno: somos capaces de hacer casi de todo. Raro es el día en que coincidimos los tres en la editorial, así que es habitual que cualquiera de los tres gestione la prensa, escriba una contra o trate con los distribuidores o con los impresores.
Morgana: Contadnos cómo es una jornada normal para vuestra editorial. ¿Os imponéis vuestros propios plazos o funcionáis al ritmo del mercado?
Enrique: Cada jornada es un auténtico mundo. Por mucho que uno intente planificar, siempre es el día el que te va marcando el ritmo. Evidentemente, a rasgos generales, la planificación está hecha con mucha antelación: el plan de títulos está completamente cerrado con seis meses de antelación, y en base a ese plan tenemos muy claro cuándo tenemos que recibir las traducciones, qué día entra cada libro en imprenta, cómo vamos a promocionar cada libro y qué recursos serán necesarios para llevar el libro a lo más alto.
Aun así, y a pesar de que la labor del editor parece muy “pública” buena parte del día se nos va delante del ordenador: respondiendo a los periodistas, a los libreros, a los distribuidores, escribiendo newsletters, corrigiendo textos; haciendo labores de administración (tratando con los proveedores, haciendo facturas, escribiendo a los distribuidores); diseñando los libros, diseñando material de promoción, haciendo la logística.
Morgana: En general os dedicáis más al mercado extranjero que a los autores patrios. ¿Cómo lleváis a cabo la selección de obras que vais a publicar? Compartid con nosotros la elección más extraña, el caso de esa obra que encontrasteis enterrada entre varios libros en algún mercadillo de un pueblo remoto y que después vio la luz de mano de Impedimenta.
Enrique: El catálogo de una editorial como Impedimenta es un fiel reflejo los gustos de los editores. Somos lectores de clásicos modernos traducidos, hemos crecido con ellos, y esos eran los libros que buscábamos en las librerías y que no encontrábamos. Es, por tanto, lógico que Impedimenta se surta de este tipo de libros. Estos llegan de los modos más dispares, pero la mayoría de ellos los leemos porque antes los buscamos. Solemos ser muy activos leyendo, entresacando “joyas” de catálogos extranjeros, comprando en librerías de fuera de España. También nos dejamos llevar por recomendaciones de traductores o de libreros. Un caso paradigmático es el de Enterrado en vida, de Arnold Bennett (disponible en FantasyTienda). Jesús Jiménez, el administrador del blog El Infierno de Barbusse nos recomendó este libro, y nosotros justamente acabábamos de leer Cuentos de viejas por recomendación de un traductor nuestro, José C. Vales, experto en Bennett. Conseguimos el libro, lo leímos y nos gustó. Y lo publicamos, con un prólogo precioso de Jesús.
Morgana: ¿Os habéis planteado cambiar esa dinámica y centraros más en los clásicos españoles? ¿Y en los contemporáneos?
Enrique: En cuanto a los contemporáneos, la verdad es que si bien al principio sí que publicábamos más clásicos, últimamente una parte importante de nuestro catálogo lo conforman autores actuales, vivos, o solo muy recientemente desaparecidos: Mircea Cartarescu, David Nobbs, Stanislaw Lem, Penelope Fitzgerald, Pablo d’Ors, Gustavo Martín Garzo, Eduardo Berti… Es decir, nuestro gusto está cada vez en los autores más “cercanos” en el tiempo.
En cuanto a los españoles, bien que nos gustaría tener autores patrios en nuestro catálogo. Ocurre, sin embargo, que la mayoría de los autores que admiramos (Eloy Tizón, Fernando Aramburu, Rafael Chirbes, Ignacio Martínez de Pisón, Marta Sanz, Óscar Esquivias) ya publican en otras editoriales prestigiosísimas, y bien publicados que están en ellas. No creo que les hiciéramos un favor publicándolos en Impedimenta, porque sabemos que están muy felices en los sellos que confían en ellos.
De la portada al éxplicit
Morgana: De vuestros libros se dice que son bonitos, cuidados, de aspecto impoluto. Una de vuestras portadas, incluso, fue inmortalizada en forma de tarta en el San Jordi de 2009. ¿Por qué esa importancia de la forma? Habladnos del aspecto estético de vuestra labor editorial.
Enrique: He de decir que soy incapaz de comprarme un libro feo. O al menos me cuesta mucho. Puede sonar superficial, pero yo concibo al libro no solo como un contenedor de texto sino como un artefacto bello. Durante un tiempo, y de modo amateur, aunque muy militante, me dediqué al mundo del cómic. Una vez lo abandoné (la vida me llevó por otros lugares, y en mis tiempos no era como ahora, no había escuelas de dibujantes, y yo creía que si me hubiera matriculado en Bellas Artes o en algo parecido le habría roto el corazón a mis padres), y me hice editor, intenté verter esa especie de prurito estético en los libros que hacía. Me parece que no cuesta mucho más hacer un libro bonito que hacerlo feo o insustancial. Y no estoy de acuerdo con la escuela que afirma que si el libro es bonito y está bien hecho es menos “serio” o reflexivo o trascendente. Lo cierto es que dedicamos mucho tiempo a buscar portadas potentes, imágenes de cubierta atractivas, y dedicamos también mucho esfuerzo a que el libro salga bien: bien impreso, bien encuadernado y bien fabricado.
Morgana: El mismo cuidado que guardáis por fuera lo tenéis por dentro en el aspecto formal de la corrección ortotipográfica. ¿Cómo es vuestra labor de criba y depurado de las obras?
Enrique: Creemos que se trata de una cuestión de respeto: al lector, al autor, pero también al librero que vende el libro, e incluso al traductor que ha invertido meses de su vida en hacer que el libro esté bien vertido a nuestro idioma. Cada errata que detectamos en alguno de nuestros libros nos duele.
En Impedimenta hacemos varias correcciones: una del texto “original” antes de maquetarlo, que es doble (se corrige el estilo, para pulir la factura final del texto) y también se hace una primera corrección ortotipográfica. Estas dos correcciones, habitualmente, se hacen dentro de la editorial. Tras la maquetación del libro, se pasa a un corrector que nos señala las erratas que se hayan podido deslizar y que también hace una corrección de maqueta. Una vez incluidos los cambios sugeridos por el corrector, se le da una nueva vuelta al texto. Y por último, cuando llegan los ferros de la imprenta, se vuelve a revisar (aunque en este caso de un modo más somero) el texto.
Aun así, se cuelan erratas.
Morgana: No menos importante, en una editorial que edita mayoritariamente autores de lengua materna no hispana, es la traducción. Un proverbio italiano dice «Traduttore, traditore», que viene a significar que traducir es traicionar la esencia de la obra original. Sin embargo, de no existir esta figura del traductor, mucha de la literatura que consumimos no llegaría a nuestras manos. ¿Qué opináis del papel del traductor? ¿Cómo funciona la labor de traducción en Impedimenta?
Enrique: El papel del traductor es fundamental en Impedimenta. Es uno de los sostenes de nuestra línea editorial. Y nos congratulamos de trabajar con los mejores.
Hasta tal punto es importante su papel que en cada uno de nuestros libros (salvo en la colección de novela gráfica, por cuestiones de diseño) incluimos su nombre en la portada, y su biografía y currículo en nuestra página web, junto a la biografía de los autores.
Solemos ser muy cuidadosos a la hora de seleccionarlos. De esa elección depende en muchas ocasiones que el producto final sea de la calidad requerida. Preferimos, además, que los autores gusten de los textos que traducen: esto es, que no se trate de meros encargos, sino que el traductor esté implicado, vía su propio gusto, en el texto. La traducción de Jon Bilbao de El unicornio, de Iris Murdoch, es excepcional porque Jon es un gran amante de la literatura de Murdoch; la traducción de El barco faro, de Siegfried Lenz es impecable porque Belén Santana es una gran lectora de Lenz…
Morgana: Vuestros libros se agrupan en cinco colecciones diferentes: Impedimenta, La Biblioteca del Pájaro Dodo, El Panteón Portátil, El Mapa del Tesoro y la recientemente inaugurada El Chico Amarillo. ¿En qué se basan sus diferencias? Habladnos un poco de ellas.
Enrique: Puede decirse que la colección matriz, la colección “Impedimenta”, es la colección estrella de la editorial. En ella está publicado el 90% de nuestro catálogo. El resto de colecciones vinieron después, bien por diferenciar determinados títulos del resto, bien porque queríamos abrir nuevas líneas de expresión. La primera fue «El Panteón Portátil”. La abrimos, quizás, en contra de la opinión de nuestros distribuidores (y eso que nos fiamos mucho de ellos), para publicar un cierto tipo de “no ficción” para lectores de ficción. La abrimos con El Rival de Prometeo, en edición de Marta Peirano (disponible en FantasyTienda), una reflexión sobre la inteligencia artificial a través de textos literarios; es una colección que tenemos algo abandonada, pero que queremos mucho.
La siguiente que apareció fue “La Biblioteca del Pájaro Dodo”. Es también una colección corta, ilustrada, y está basada en la idea de los “falsos libros de referencia” (diccionarios, enciclopedias, manuales). Para ella hemos contado con el concurso de ilustradoras como Sara Morante o Ana Bustelo. Fue precisamente un libro de Sara Morante el que motivó la apertura de la tercera colección, “El Mapa del Tesoro”, de libros ilustrados. Sin embargo, si existe una colección en la que estamos poniendo actualmente todos nuestros esfuerzos, esa es “El Chico Amarillo”: la colección de Novela Gráfica. Desde 2007, cuando montamos la editorial, teníamos la idea de abrir una colección de cómic. Sin embargo, no veíamos nunca el momento de hacerlo.
Hasta que, a mediados de 2012, cayó en nuestras manos un delicioso librito de la editorial Naïve, la biografía en cómic de Virginia Woolf. Nos enamoramos de él al instante y lo publicamos en Navidad de ese mismo año. Tuvo éxito y entonces contratamos la biografía en cómic de Thoreau, a la que siguió la adaptación al cómic de la vida de Boris Vian. Pero puede decirse que nuestro primer libro realmente fuerte ha sido la adaptación al cómic del Tristram Shandy, de Laurence Sterne, que consideramos uno de los mejores cómics del año. Esta misma semana sale El fantasma de la ópera, una excepcional adaptación del clásico de Gaston Leroux a cargo de Christophe Gaultier. “El Chico Amarillo” publicará una media de cinco títulos anuales, y se convertirá, de hecho, en la segunda colección en importancia en Impedimenta.
Morgana: Con vuestras obras estáis formando un amplio corpus de literatura universal (pues ya no podemos limitarla solo al mundo de Occidente, con textos como el de Sōseki ya mencionado), que esperáis que constituya el bagaje, la impedimenta, de vuestros lectores. ¿Queréis, quizá, establecer un canon literario? ¿Cuáles son vuestros criterios y vuestras expectativas al respecto?
Enrique: Nos conformamos con proponer nuestro propio canon personal y que el lector, y el librero, y el crítico, se sientan identificados con ese canon y lo compartan. Huimos en cierto modo del papel del editor como creador unívoco de un canon que pueda aplicarse de un modo general a todo tipo de lectores. Nos parecería suficiente con ayudar al lector a discriminar entre todos los libros que tiene disponibles y acercarles aquellos que a nosotros nos parecen reseñables, interesantes, o que les van a llevar a la reflexión, que le van a cambiar o que les van a hacer pensar o a emocionarse.
La editorial en sociedad
Morgana: Diversos periódicos, tanto digitales como en papel, se han hecho eco de vuestras publicaciones y presentaciones durante estos años, y no hace demasiado os entrevistaban para RTVE. ¿Cómo dais a conocer vuestros libros? ¿Cuáles son vuestros principales canales de difusión?
Enrique: La promoción, la imagen pública de una editorial, la difusión del propio catálogo para que un número amplio de lectores sepan qué se publica y tengan acceso al mismo, es una de las tres patas en las que se apoya no solo Impedimenta, sino cualquier editorial, junto a la labor de selección de los títulos a editar y la producción. Esto significa que cuidamos mucho el mensaje que mandamos, pero ese mensaje no sería muy claro si no lo fuera antes la propia línea editorial. Intentamos ser coherentes y honestos en cada una de las cosas que hacemos. En un mercado tan saturado de novedades como el español es fundamental no ya diferenciarse, sino marcar muy claramente la diferencia. Para eso intentamos hacer una labor de difusión que no sature al lector, al librero o a la prensa, que les resulte atractiva y que sea, sobre todo, más informativa que puramente promocional.
Mantenemos una política muy activa de redes sociales, enviamos un boletín a cerca de 7.000 contactos que tenemos cada vez que editamos una novedad, recomendamos constantemente parte de nuestro fondo en base a nuestros lanzamientos y procuramos que el material de promoción sea atractivo, chulo y que le sirva al librero y que no le estorbe. Y sobre todo creemos que, si nuestros libros son atractivos, también lo ha de ser toda nuestra comunicación: respetuosa, cuidada y exquisita.
Morgana: Hoy en día, que tanto se discute la pertinencia o no del sector editorial en la relación autor-libro-público, ¿cuál creéis que es el papel de las editoriales? ¿Cuál su responsabilidad en el mundo cultural?
Enrique: Creo, con todo el respeto, que quien cuestiona la labor del editor en el sector editorial es porque no valora el libro. Se trata de la misma gente que discute la pertinencia del librero, por ejemplo. Nuestros casos son muy parecidos, pues libreros y editores hacemos una labor de intermediación, de criba, de prescripción.
La democratización de la tecnología ha traído aparejada que mucha más gente que antes se pueda permitir crear. Eso significa que hay muchas más propuestas en juego, luchando para abrirse paso y difundirse. Eso crea un escenario en el que se hace cada vez más necesaria la labor de discriminadores que valoren lo que merece la pena y lo que no. Que esa labor sea positiva o no depende de la recepción por parte de los lectores de nuestras decisiones. Solo ellos pueden decir si nos equivocamos.
En los últimos años, por otro lado, han nacido una serie de editoriales, en las que nos gustaría que se incluyese a Impedimenta, que entendemos la labor editorial desde un punto de vista cultural y no solo comercial: elegimos libros que aportan no solo entretenimiento sino reflexión y calidad estética. Curiosamente, en un contexto de crisis como el actual, son los libros que están sobreviviendo en las mesas de novedades. Las opciones de entretenimiento son tantas y de tal calidad que los libros tienen que ofrecer “algo más”: trascendencia, profundidad, belleza. Me gustaría pensar que Impedimenta ofrece libros así.
Morgana: ¿Cómo veis el mundo editorial en España? ¿Qué futuro nos aguarda?
Enrique: El futuro es incierto, para qué negarlo. No para el sector, que sin duda se transformará pero que no desaparecerá (pensar eso sería necio) sino para muchas editoriales que tendrán que hacer los deberes. Estamos en un momento en el que el papel del editor se está redefiniendo. El número de lectores baja constantemente (hay quien dice incluso que los lectores que la crisis ha eliminado no volverán), pero nosotros apelamos a aquellos lectores militantes que no se limitan a esperar nuestras propuestas sino que proponen ellos también con su elección. Ellos son los que marcarán el futuro de un sector tecnológicamente en revisión y que se tiene que reinventar constantemente.
Creo, además, que deberíamos repensar el papel que tiene el editor de cara a la irrupción del libro electrónico. ¿Realmente nos beneficia? Es evidente que a nosotros no. Como mucho a los fabricantes de hardware y a los operadores de datos. A la mayoría de las tiendas tampoco les beneficia (el margen es inexistente, y en el mejor de los casos el libro electrónico sirve para que la tienda te capte como cliente). Me da la impresión de que el libro electrónico no es posible sin el libro en papel (solo nos permitimos el lujo de sacar el libro en formato epub porque previamente estamos obteniendo réditos del papel, pues si no sería impensable), y deberíamos reflexionar si, como decía nuestro buen amigo Javier Cambronero, no estamos cavando nuestra propia tumba solamente por estar “a la última” o porque no nos llamen trogloditas.
Morgana: Todo libro tiene como objetivo último (y, en realidad, primero) el ser leído. Vosotros, que publicáis libros, ¿hasta qué punto tomáis en cuenta la opinión del público lector en vuestro trabajo? ¿Influyen las modas lectoras vuestra labor de selección y edición o sois más un espíritu libre?
Enrique: Procuramos que el flujo sea el inverso: proponemos al lector libros que nos parecen chulos y recomendables e intentamos convencerle de que le van a gustar. No publicamos novela gráfica porque creamos que se trata de un género en alza, sino porque nos gusta previamente. En todos los casos intentamos enriquecer el panorama, abrir el abanico. No diríamos que somos espíritus libres, pero sí que actuamos siempre en base a nuestros gustos, no a lo que funciona (de todos modos, por mucho que quisiéramos, no podríamos competir con los grandes grupos: nuestra fortaleza está en nuestra independencia).
En cuanto a las modas y los comportamientos imitativos, recuerdo una cosa que nos ocurrió hace un año y pico, en plena fiebre de Cincuenta sombras de Grey. Una periodista de una revista femenina nos escribió a principios de año y nos dijo que le enviáramos las novedades de literatura erótica que teníamos previstas para el primer semestre. Nos dio la risa, naturalmente. El más “erótico” que teníamos era Thomas Hardy. Pero luego nos dimos cuenta de que muchas editoriales estarían en aquellos momentos viendo cómo subirse al carro del género de moda, y colocando gemelos de hombre y corbatas en sus portadas.
Morgana: Sois una editorial independiente con publicaciones que podríamos catalogar como «al margen de la cultura de masas». A pesar de la calidad de vuestras obras, ¿habéis notado la crisis?
Enrique: Evidentemente, se nota. A pesar de que Impedimenta es una editorial de prescripción, de selección, hemos tenido algunos títulos que han funcionado muy bien, y que incluso han alcanzado cifras importantes (La hija de Robert Poste, de Stella Gibbons, disponible en FantasyTienda o Soy un gato y Botchan, ambas de Natsume Sōseki y disponibles en FantasyTienda). Este fenómeno, vender más de 10.000 o 20.000 ejemplares de un título, ha dejado de producirse en nuestro caso. Sin embargo, las ventas medias de cada título suben cada año. Es como si fidelizáramos cada vez a más lectores, como si tuviésemos un público más fiel y menos fluctuante. La crisis hace que el lector finalmente se decante por editoriales de las que se fía. No quiere arriesgar el dinero en un libro que no sabe cómo le va a salir. En ese sentido, nuestra apuesta está clara y eso se nota.
De sueños, secretos y proyectos.
Morgana: Ahora os toca confesar: ¿cuál es la joya de la corona? ¿Cuál es el libro del que más orgullosos os sentís, aquel que os hace pensar que vuestra labor aquí ya está justificada?
Enrique: Hay muchos. Puede sonar a tópico, pero casi podría decir que nos sentimos orgullosos de cada uno de los libros que publicamos. No obstante, hay libros con los que me he puesto especialmente contento cuando los he contratado, que me parecen libros especiales y que tienen un encanto mayor: La hija de Robert Poste, que puso a Stella Gibbons en el mapa, incluso en el Reino Unido, donde estaba algo olvidada; Vida y opiniones de Tristram Shandy, caballero, la adaptación a novela gráfica a cargo de Martin Rowson de la obra de Laurence Sterne: un libro impresionante, quizás una de las mejores novelas gráficas publicadas en los últimos años; Máscara, de Stanislaw Lem (disponible en FantasyTienda), los relatos perdidos del genio polaco. Por decir unos cuantos.
Morgana: ¿Y su hermano malo? ¿Hay alguno de vuestros títulos que, de poder volver años atrás, dejaríais guardado en un cajón?
Enrique: Quizás Las batallas perdidas, de Eudora Welty (disponible en FantasyTienda). Una novela de la que yo estaba enamorado, que tuvo un proceso de traducción y producción que nos dejó agotados y que encima luego no funcionó nada bien de cara al público. No logramos transmitir lo que queríamos con él, y encima nos salió carísimo.
Morgana: Si pudieseis elegir algún libro ya existente para publicarlo vosotros por vez primera, ¿cuál sería y por qué?
Enrique: El atlas de las islas remotas, de Judith Schalansky. Es un libro que yo llevaba pensando en editar desde hace años, y para el que incluso había pedido presupuestos de imprenta. No lograba cuadrar ninguno de ellos de modo que el libro no me saliera carísimo de producción, y por eso lo fui demorando. Afortunadamente, al final lo ha sacado un amigo, el editor de Nórdica Libros. Está en buenas manos.
Morgana: Habladnos un poco de vuestros proyectos de futuro. Acabáis de poner en marcha una nueva línea de novelas gráficas (El Chico Amarillo), aunque seguís trayendo narrativa (y narrativa extranjera). ¿Cuál es vuestra idea para lo que queda de 2014?
Enrique: De cara a la Feria del Libro, publicamos una obra maestra “perdida” de la narrativa alemana del XX, Schlump, de Hans Herbert Grimm, con la temática de la primera guerra mundial de fondo, recuperada ochenta años después de su publicación y que está siendo todo un éxito no solo en Alemania sino en el resto del mundo. También publicamos una novela deliciosa de Gustavo Martín Garzo con ilustraciones de Pablo Auladell: La puerta de los pájaros. Ya en septiembre, habrá una nueva novela de Stella Gibbons, Bassett, divertidísima; una adaptación al cómic del viaje de Shackleton, un extraño libro de Mircea Cartarescu, Levante, una especie de historia de la literatura rumana en verso; o una edición ilustrada por Sara Morante del Diario de Adán y Eva de Mark Twain.
Morgana: Para terminar, antes de agradeceros vuestro tiempo y esfuerzo, contadnos algún secreto, ese quid que hace especial a Impedimenta, la clave de vuestra esencia.
Enrique: Aspiramos a hacer libros que alimenten nuestra curiosidad. No nos queremos quedar con lo consabido, con lo aceptado por todo el mundo. Queremos libros que nos sorprendan, y que sean bonitos y agradables de tener entre las manos. Creo que a eso se reduce todo.
Solo nos resta a nosotros dar las gracias a Enrique Redel por esta magnífica entrevista, en la que nos ha abierto las puertas –y las páginas– de Impedimenta, una editorial en la que prima la cultura y el buen gusto. Desde FantasyMundo os animamos a acercaros a alguna de sus obras y compartir vuestra opinión. ¿Os atrevéis a compartir esta “carga”?
Por Morgana Majere.