Entre la lista de autoras de principios del siglo XX que no deberían faltar en ninguna biblioteca personal está Stella Gibbons, una de las autoras más populares de Reino Unido antes y durante la II Guerra Mundial y una de las más divertidas. Mientras empezaba a leer The Matchmaker, una de sus divertidas novelas, no dejaba de pensar en las razones por las que todo el mundo debería leer a Stella Gibbons.
– Stella Gibbons es la clase de autora que te descubre un amigo que te quiere bien. A mí me llegó vía una amiga, que me dejó su edición de Círculo de Lectores de hace unos años de La hija de Robert Poste (Cold Comfort Farm, en su versión original) y me prometió que me iba a gustar. Ahora yo os lo estoy descubriendo a vosotros y vosotros se lo podréis recomendar a un amigo.
– Virginia Woolf fue desdeñosa con ella. En el 1933, la primera novela de Gibbons se llevó el premio Étranger del prestigioso Femina, adelantando a la considerada Elizabeth Bowens y a Rosamond Lehmann, ambas del círculo de Bloomsbury. Woolf (con un cierto tono de pretenciosa intelectualidad) le escribió a la primera: “me dio mucha rabia ver que le daban las 40 libras a Gibbos, ahora, tú y Rosamond podéis uniros y odiarla).
– Es tremendamente divertida. Os repetimos solo un fragmento de La segunda vida de Viola Whiter para que veáis cómo se las gasta.
«La gente era amable con él. De haber vivido en una tribu salvaje, lo habrían enterrado hasta el cuello y lo habrían dejado morir. Según dicen, los salvajes son criaturas lógicas salvo cuando se enfrentan a sus propios tabús.»
The Matchmaker empieza con la vuelta para un descanso del héroe de guerra… que tiene que compartir compartimento con un anciano altamente pesado que no hace más que molestarle con sus historias.
– Para algunos es la Jane Austen del siglo XX. Sus historias pueden parecer en principio sencillas y básicas. Al fin y al cabo, se centran en cosas de la vida cotidiana y en conflictos tales como con quién se casará quién. Viola Whitter llega a la casa de sus suegros, donde dos hermanas camino de ser cuarentonas deben encontrar en algún momento marido. Alda Lucie-Brown, la protagonista de The Matchmaker, está decidida a encontrar un marido para su amiga Jean (aunque eso suponga lanzarse a una extraña vida social que incluye prisioneros de guerra italianos, chicas de la Women’s Land Army que en realidad son actrices y comunistas o criadores de pollos). La Hija De Robert Poste, Flora, se va al campo porque no tiene donde caerse muerta y se decida (¡claro está!) a arreglar la vida sentimental de sus familiares.
Pero decir que sus novelas son solo eso, sería como reducir las novelas de Jane Austen a simples historias de amor. Como Austen, las relaciones interpersonales son una excusa para hacer un acercamiento a la sociedad.
– Gibbons es una escritora satírica. Su obra en prosa empezó una sátira, aunque luego todas sus novelas tienen ese punto satírico que las hace tan divertidas (de hecho, uno de los escritores que la empujó a la sátira se convertirá en uno de los personajes de Westwood). La hija de Robert Poste nació porque Gibbons estaba francamente harta de uno de los géneros que triunfaban por todo lo alto en la narrativa británica de los años 20 a 30: la historia rural. Vida en el campo, costumbres diferentes y exóticas y muchas tragedias (no olvidéis que en La hija de Robert Poste la matriarca vio algo en un granero que la traumatizó para siempre). Gibbons estaba harta de esas historias que tenían tanto éxito y que le parecían un cliché, así que escribió una novela que las satirizaba. Curiosamente su obra – y su fama – sobrevivió a los autores de los que su novela hacía sangre.
– Su primera novela fue como una losa sobre ella. Aunque criticaba un género amado por el público del momento, Cold Conform Farm (La hija de Robert Poste para los lectores en español, posiblemente porque el juego que es el título es difícilmente traducible sin que pierda la gracia) se convirtió en un inmediato bombazo. Vendió muchísimo, se leyó muchísimo y marcó a Gibbons para siempre. Sus lectores – y los críticos – lo compararon todo con La hija de Robert Poste, aunque la novela es única y posiblemente irrepetible. Llega el momento de hacer justicia y leer sus otras obras.
– Fue uno de los best sellers de los años 30 británicos. A pesar de que ninguna de sus obras vendió tanto como la primera, y su pasaporte a la fama, Stella Gibbons fue una de esas escritoras que triunfaron muchísimo en el Reino Unido de Entreguerras. Gibbons vendía muchísimo en los años 30. Tras la II Guerra Mundial – y los cambios de gustos, como en todo – Gibbons (y otras autoras) empezaron a perder presencia. En los últimos años, sin embargo, está siendo por fortuna reeditada. En España la está traduciendo Impedimenta y en Reino Unido Gibbons está en las preciosas y baratas ediciones de Vintage.
– Y empezó a escribir prosa porque de algo hay que vivir. En realidad, Stella Gibbons se consideraba poetisa y era donde creía que era realmente buena. Y en formación era periodista, formada en la University College de Londres en el diploma de periodismo que apareció tras la I Guerra Mundial. Su trayectoria como periodista fue un poco errática. Perdió su primer empleo por un error y tuvo que buscarse otro, especialmente cuando tuvo que hacerse cargo de sus hermanos. Pasó de uno a otro, sufrió un recorte de personal por la crisis (¡la historia se repite!) y empezó a escribir ficción porque necesitaba ingresos. Su editor acabaría diciéndole que era posible vivir de la literatura y ella dejó el mundo de los medios.
– Inventó palabras. La hija de Robert Poste puede ser el mayor reto de un traductor porque, para seguir la moda de las novelas rurales (con su lengua ruralizada), Gibbons inventó múltiples formas dialectales para sus hablantes locales. Algunas de las cosas que inventó acabarían entrando a formar parte de la lengua, como ‘algo sucio en la leñera’ (lo que vio Ada Doom).
Por Raquel C. Pico.