Honoré de Balzac, dinamizador de las letras galas y pluma personalísima de un lenguaje revisionista y refinado (lean, por favor, sus Droláticos), se caracterizó siempre por su atento estudio a la sociedad que le rodeaba y a la que criticaba alegremente y con un nivel de suspicacia pobremente igualado después. Este estudioso de lo moderno, que salpica con aforismos, humor excelente y el anecdotario risible más animado, siempre tuvo a la figura del dandi, ese gran sujeto, corsario de guante amarillo, y a los dictados de la moda como uno de sus mejores pasatiempos. Estudiado por la sociología y la semiótica de la moda como uno de los grandes artífices, al igual que Barbey d’Aurevilly o Charles Baudelaire (que, junto a otros textos del dandismo también traducía y prologaba Luis Antonio de Villena hace unos cuentos años), Balzac incluye en este Tratado de la vida elegante que edita Impedimenta (que han estrenado nueva web hace poquito) con la estética y cierto decadentismo (hilarante) como telón de fondo, un cuentito sobre Brummell, el príncipe de los dandis, y una historiografía sobre el gusto en el vestir y los modos y modismos (comportamentales) que implica el atractivo formal del límite.