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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Trabajos forzados selecciona veinticuatro autores que, para no reforzar algunas de esas ideas románticas sobre el sacrificio literario, lo mismo pueden ser aventureros que personal de recursos humanos. Es una galería amplia que pretende ilustrar hasta qué punto la decisión de
escribir en tantas ocasiones guarda poca relación con la realidad cotidiana de los autores.
La categoría numéricamente principal es la de los supervivientes. Aquellos que se buscaron la vida de manera insistente
y en algunos casos miserable hasta que el gran público y sus intermediarios se percataron de su habilidad para contar historias. Está London, Maxim Gorki, están esos dos autores que en todas las citas parecen una pareja de hecho, Hammett y Chandler, está el friegaplatos Orwell y el cartero Bukowski con su combustible destilado.
Aunque no se cite a Semprún, los hay que fueron ministros como Malraux. Kafka se atrapó a sí mismo en la burocracia y esta presencia hace notar mejor la ausencia de Pessoa que fue capaz de ser al mismo tiempo más de un autor.
Hay casos que el compromiso posterior al 68 no encuentra manera de disculpar. T.S. Eliot fue banquero. Quizás hoy entendamos
mejor que nunca lo que un banquero puede querer decir cuando habla de la «tierra baldía».
Luego están esos casos en los que el romanticismo alimentó sus auras. Antoine de Saint-Exupéry y su oficio (o quizá no) de
aviador. Pero, seguramente, no hay ningún caso comparable al de Lawrence de Arabia. Es de los pocos escritores de los que se
puede decir que su obra no literaria ha influido muchísimo más en la historia que sus escritos.
Soldado, espía, agitador de revueltas. Fue mucho más allá de cualquier tópico y fue mucho más influyente que cualquier
personaje de novela. Se puede decir que convirtió Oriente Medio en un polvorín y la situación sigue liada hasta hoy, Inglaterra
mediante. Pero Lawrence es la gran excepción y el resto de los que lo acompañan en el libro también.
Porque el resto de los escritores que no alcanzaron esas alturas de la fama el tiempo libre se dedica, mayoritariamente, a
trabajar para vivir.

Por Camilo Franco