El término provenía del teatro– fue acuñado con motivo del estreno de Mirando hacia atrás con ira (1956) de John Osborne–, pero se aplicó asimismo a los novelistas que comenzaban a publicar por esos años y participaban del mismo espíritu corrosivo: Kingsley Amis (Lucky Jim, 1954; La suerte de Jim, Destino, 2007), John Braine (Room at the Top,1956;Un lugar en la cumbre, Impedimenta, 2008) o Alan Sillitoe, cuya ópera prima (Saturday Night and Sunday Morning, 1958) acaba de ser traducida por Mercedes Cebrián.
Tempranamente adaptada al cine en un filme homónimo de Karel Reisz (1960) que se convirtió en referente del freecinema, la novela de Sillitoe retrata a la perfección los ambientes depauperados de los que él mismo provenía, como hijo de una familia obrera de Nottingham. Pero fue en España, en Mallorca, al parecer alentado por Robert Graves, donde el antiguo miembro de la RAF empezó a escribir tanto este libro como los famosos relatos recogidos en La soledad del corredor de fondo (1959). Ambos títulos convirtieron a Sillitoe en una de las estrellas emergentes de la narrativa británica de posguerra. El joven protagonista de Sábado por la noche y domingo por la mañana, Arthur Seaton, alterna el trabajo diario en una fábrica de bicicletas con tremendas juergas los fines de semana, entregado a una forma salvaje de hedonismo –borracheras, peleas, líos con mujeres casadas– que se opone al tedio, la vulgaridad y la falta de expectativas de su clase. Sillitoe describe una forma de rebeldía infecunda que haría fortuna, pero deja abierta la posibilidad de redención de su personaje y, sobre todo, traza un retrato magistral –absolutamente vigente– de la mentalidad y los modos de vida de las familias deprimidas en la Inglaterra del medio siglo.
Por Ignacio F. Garmendia