Sin embargo, más allá de sus glorias literarias –o a pesar de ellas–, y a la certidumbre de que sus nombres son carne de mitomanía, Daria Galateria se esmera en presentarlos como tipos esforzados, cuyo encaje profesional va de lo difícil a lo pintoresco, y cuya decisiva aportación literaria tuvo un precio personal más que elevado.
Leyendo este libro ameno y cautivador, uno tiene la impresión de que el milagro no reside en el talento literario, sino en el simple hecho de que este o aquel autor tomasen la pluma o teclearan unas líneas en la máquina de escribir.
Lo caprichoso de la lista de autores excepcionales que Galateria retrata en su libro no empaña otro detalle, y es que siente por ellos un respeto infinito. En esta década en la que domina la esclerosis de la memoria intelectual, es muy saludable encontrarse con obras como Trabajos forzados, en las que algo tan ligero como el anecdotario queda al servicio de figuras mucho nobles que esos mequetrefes que hoy habitan la corrala mediática.
Galateria se mancha con la tinta de los retratados y acaba trasformándolos en personajes literarios: colegas de pluma que, sin perder el vocacional egocentrismo de los escritores, se las ven y se las desean para sobrevivir en este mundo de locos.
El duro oficio de escribir
Se trata de historias hermosas y duras al mismo tiempo, pero también inesperadas y divertidas.
Si nos detenemos en el título, no hay justificación mejor que los trabajos forzados desempeñados por Maxim Gorki como descargador en el Volga, fogonero y pescador.
¿Y qué decir de los trabajos distantes o subalternos que prefirieron otros letraheridos? Ahí tienen a Eliot, alejado voluntariamente de Harvard y dando ejemplo de discreción como empleado de banca en un sótano.
Claro que todo esto acarrea contradicciones y hay quien no lo lleva bien. Emilio Salgari, un tipo que moduló la infelicidad de mil maneras, se inventó en sus memorias una vida infinitamente menos mediocre que la que el destino le deparó.
No hay una historia más conmovedora o atrayente que otra en Trabajos forzados.
Qué más da. Comprenderán ustedes que eso es lo de menos cuando las cuenta alguien tan hábil como Daria Galateria, imbatible en el difícil género de la biografía breve.
Por Guzmán Herrero