Al parecer, una señora rica quería regalarle a su hija aquel calzado de ballet, y para que las zapatillas fueran tan bonitas como se esperaba de su posición, compró una vara de seda roja y se la entregó al zapatero, para que cosiera las zapatillas como convenía. El zapatero hizo el trabajo lo mejor que supo y, cuando hubo concluido, forró el calzado con la riquísima seda roja. Pero hete aquí -como se dice en los cuentos- que a la señora le pareció que aquellas zapatillas rojas eran espantosas, y ofendió e insultó al pobre zapatero, diciéndole que había echado a perder su vara de seda roja. Éste, furioso ante la insolencia de aquella mujer, dijo: «Pues he echado a perder la seda, bien puedo echar a perder la piel que he empleado en las zapatillas», y de dos machetazos destrozó el calzado y luego le dio las buenas tardes a la enojosa dama.
Aseguran que ésta fue la historia que inspiró Los zapatos rojos (1845). Al parecer el propio Andersen contaba esta historia para explicar el origen del sombrío y amenazante cuento protagonizado por la joven Karen y su maldición danzante. Decía el poeta y narrador danés que él mismo había sido testigo de esas escenas en la zapatería de su padre, cuando era niño, y que aquellas zapatillas rojas de baile inspiraron su narración. Moralizador, siniestro, poético, trágico, severo, reformista y luterano, el cuento de Los zapatos rojos siempre hará temblar a las jovencitas que se miran demasiado al espejo y presumen de sus zapatos ante Dios y el mundo.
Impedimenta abre con Los zapatos rojos, de Hans Christian Andersen, su nueva colección «El mapa del tesoro». La traducción de Enrique Bernárdez cuenta en esta ocasión con las inquietantes ilustraciones de Sara Morante: cada página es una verdadera joya. Es muy recomendable detenerse en cada página y entregarse al estudio y disfrute de los detalles, a veces divertidos (págs. 33 y 45) y a veces estremecedores (pág. 65, por ejemplo). Como siempre, el trabajo de Impedimenta vuelve a ser modélico y espectacular, desde la capitular hasta las guardas. Felicidades a la editorial y a Sara Morante por su magnífico trabajo.
Por José C. Vales