Publicada en 1961, la novela se ha convertido con el paso del tiempo en su obra más conocida a nivel mundial.
Solaris supone una cumbre de la ciencia ficción debido a su estilo narrativo, en una primera persona minuciosa, que por momentos llega a ser agobiante y tensa hasta el extremo para un lector que se involucra completamente en la historia desde la accidentada llegada.
Kris Kelvin acaba de aterrizar con su nave en Solaris. En el planeta sólo hay tres hombres más, residentes en la estación de observación solariana a la que él ha sido destinado. Kris, psicólogo, llega allí para estudiar y analizar las extrañas conductas y actuaciones que están teniendo los demás.
Solaris es un planeta especial, nada parecido al nuestro. Tiene dos soles, y por lo tanto dos amaneceres y dos noches. Asimismo, no posee tierra firme, sino un inmenso océano que, además de estar cargado de elementos químicos, parece tener vida propia y pensar por sí solo.
El espectáculo que se encuentra Kelvin a su llegada no es, ni mucho menos, alentador. Los tres científicos le reciben con desconfianza e incluso con pavor. Snaut está asustado y le rehuye, Sartorius no se atreve a salir de su cubículo y, por si fuera poco, el que sería el tercero, Gibarian, se ha suicidado días antes de su aterrizaje. El desconcierto se apodera del protagonista.
Su reacción cambiará cuando Snaut le hable tímidamente de los “visitantes”, personas que aparecen cuando no deberían estar allí, y él mismo experimente la llegada de Harey, su mujer, que se suicidó años atrás y ahora no lo recuerda. La duda dejará paso a la confianza en el trabajo mutuo y los científicos intentarán estudiar el porqué de que el océano les envíe a estos seres tan reales y se introduzca en lo más profundo de su mente.
Lem crea una partida de ajedrez en la cual la ciencia y la psicología humana intentan ponerse en jaque continuamente. A lo largo de la trama Kris comprenderá que el recuerdo puede ser más fuerte que el sentido común y continuará su investigación con los sentimientos a flor de piel.
El autor de Ciberiada o El hospital de la transfiguración, entre otras obras, alterna un lenguaje muy lírico, destacable sobre todo en la descripción del primer encuentro de Kris y Harey en la estación; con un lenguaje técnico-científico bastante adecuado, descriptivo y sencillo para el lector. Consigue crear una atmósfera intensa y angustiosa, un nuevo cosmos, en los que Kelvin mastica la dicotomía de lo real y lo irreal, la intensidad del amor y del recuerdo más íntimo y el miedo a la pérdida.
Stanislaw Lem redactó una tesis novelada sobre las relaciones afectivas, la mente humana y el contacto con otras especies, con la excusa de una obra de ciencia ficción. Admirable creación, sin duda, que ahora recupera Impedimenta para su catálogo.
Por Jesús Villaverde Sánchez