cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Lem al cuadrado», en La voz de Asturias

«Lem (al menos el Lem que resuena en la fluida traducción de Joanna Orzechowska) es un experto creador de atmósferas densas y agresivas, a medio camino entre la pesadilla, la demencia y la broma cruel.»

Impedimenta publica en el 2011 dos nuevas traducciones de La investigación y Solaris.

Probablemente la peor manera de encauzar la glosa de estas dos novelas (de 1959 y 1961, respectivamente) consistiría en subrayar su carácter, digamos, «filosófico», argumento para cuya demostración nada resultaría más fácil que enumerar las diversas abstracciones (culpa, conocimiento, memoria…) que su lectura convoca, aspecto de por sí innegable pero que, no obstante, tampoco explica la específica fragancia de ambas peripecias. Cabría preguntarse si el carácter ritual (por reiterativo) del hábito de leer novelas no oscurece, en ocasiones, su condición de experiencia humana sin parangón. De ser así, títulos tan singulares como La investigación o, muy especialmente, Solaris poseen la cualidad de devolvernos a un prístino estado de virginidad en que se renueva con fervor nuestro compromiso con la lectura. O, dicho de otra manera: tanto da a qué conclusiones epistemológicas, metafísicas u ontológicas lleguemos a su término, pues lo que ambos relatos rescatan desde la primera página es el placer, casi el estremecimiento, del proceso mismo de su consumo. En este sentido, tanto una como otra cumplen rigurosamente la máxima del planteamiento ejemplar. Si La investigación urde una macabra trama policiaca de impecable atractivo (la «milagrosa» resurrección de una serie de cadáveres), Solaris, a su vez, celebra una obertura digna del mejor cuento de fantasmas (los más peligrosos: los fantasmas de la memoria) aderezada con las galas del imaginario fantacientífico y el mito del contacto entre humanos y alienígenas por telón de fondo, como subraya Jesús Palacios en el prólogo. Y, a partir de ese movimiento inicial, ninguna decepciona. Lem (al menos el Lem que resuena en la fluida traducción de Joanna Orzechowska) es un experto creador de atmósferas densas y agresivas, a medio camino entre la pesadilla, la demencia y la broma cruel. En La investigación, un Londres neblinoso y sombrío se transforma en laberíntico tablero por cuyos escaques se desplaza el errático teniente Gregory, en busca de una hipótesis que salvaguarde la razón de la turbadora emergencia del milagro. Pero, aunque La investigación sea una novela en la que se habla —se parlotea, más bien— mucho, queda a juicio del lector si en verdad se responde algo a su término.
Por su parte Solaris, clásico imprescindible dentro y fuera de la ciencia ficción, subraya de continuo el carácter alucinatorio del escenario gracias a una pirotecnia expresiva que deviene arrebatador lirismo bioquímico en capítulos tan sobrecogedores como «Los monstruos». Su trama, además, alienta la creación de personajes de inédito vigor: por un lado, una peculiar revisión del mito del replicante, cuya emergencia da pie a una historia de amor en la que se entremezclan el miedo, la repulsión, la lástima o la ternura; por otro, el propio Solaris, el planeta-ser objeto de infinitas especulaciones y protagonista de vastas (pero fútiles) bibliografías cuyo escrutinio se incorpora a la novela de manera magistral. Finalmente, ambos relatos se permiten la puesta en escena de una inquietante figura de pensamiento: la de un dios a tiempo parcial (La investigación) o un dios minusválido (Solaris) ante cuyas torpes manifestaciones los seres humanos erigen no menos torpes y precarias urdimbres, llámense ciencia, matemáticas, lenguaje, razón. Pero, digámoslo una vez más, el calificativo de filosóficas no les resta un ápice de su condición, sustantiva, de novelas. Prueben.

Por Ismael Piñera Tarque