Instrucciones de uso:
1. Colocarse el casco con el cableado neuronal (ver portada del libro).
2. Olvidar todo ramal lógico.
3. Predisposición a divertirse.
4. Ninguna pretensión de entender el todo.
5. Dejarse llevar por un escritor amante de los puzles mágicos.
La cámara oscura (Impedimenta) recoge 124 sueños de George Perec, todos especialmente juguetones. Son sueños repletos de acertijos, señales inexplicables, pura magia en definitiva, y no es casualidad que el escritor francés fuera miembro fundamental del OuLIPO (Club de literatura experimental o Taller de Literatura Potencial o…) junto a otro grande de la literatura: Raymond Queneau.
George Perec fue un escritor radicalmente distinto a cualquier otro. Los sueños que componen La cámara oscura están cargados de detalles absurdos, alocados, puntos de reflexión y un humor interno despistadamente intencionado. Siempre fijándose en los detalles más nimios, alcanzando así, paradójicamente, la grandeza. Perec fue uno de los escritores más sorprendentes, geniales e imaginativos del siglo XX, un escritor que se divertía escribiendo y que comunica esa diversión a los lectores. Un genio aún por (re) descubrir que te ayuda a observar mejor las situaciones mágicas que flotan del otro lado y cuya fuerza inspiradora abre puertas a territorios inexplorados.
A la hora de leer el libro se puede hacer de múltiples formas. De principio a fin o viceversa o alternando el orden cronológico de los sueños. La clave es descubrirlo. Una pista: al final del libro hay un glosario con los distintos elementos (zapatos, asesinos…) que se repiten en distintos sueños. Ahora sólo falta entrar/salir o quedarse en el laberinto.
He leído el libro con infinita diversión y volveré a leer este catalogo de sueños modificando sus capítulos, alternando y buscando nuevas pistas de su universo. Ahora que llega una de las épocas más (??) de nuestro calendario, regalen este libro, dedíquenselo a sus jefes, a sus amantes, a sus novios /as despistados /as o mejor aún, a algún desconocido con el que diariamente se cruce y ¡juguemos!
¡Qué Perec habite nuestras calles! Así probablemente nuestras ciudades se vuelvan más divertidas, menos predecibles y, sobre todo, más inspiradoras.
Por Jesús Labandeira