Adentrarse en La cámara oscura, libro en el que Perec describe 124 sueños que soñó desde el año 1968 al año 1972, es tan divertido y desconcertante como leer su anterior libro: ¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en el fondo del patio? En la obertura de La cámara oscura, Perec nos advierte que escribir un sueño es traicionarlo, y que cuando uno empieza a escribirlos cae muy pronto en la tendencia de soñar para escribirlos, convirtiendo el ejercicio de soñar en un ejercicio literario. A él le pasó y este libro es el resultado. Casi todos los sueños que nos muestra tienen elementos y efectos cómicos, que dicen mucho de su autor. Estamos en las antípodas del soñador trascendente que busca mundos interiores y presuntamente resplandecientes. Los sueños de Perec resultan cómicos por su confrontación con lo real, que en el universo del sueño hallan significados que no esperábamos y que nos divierten. Muchos de los sueños tienen entidad de cuentos, relatos y microrrelatos, perfectamente logrados. Algo sorprende en ellos: todos te proyectan hacia el mundo y hacia las situaciones absurdas del mundo, a veces tan parecidas a las de los sueños. Por eso el libro acaba con la siguiente cita de Harry Mathews: «El laberinto no conduce a ningún lado salvo al exterior de sí mismo».