Novela ambientada en la Rusia de principios del siglo XX, con ecos aún tolstoianos, con ese amor por el zar tan propio del escritor ruso.
Frank es el dueño de una imprenta que de la noche a la mañana sufre dos pérdidas, la de su mujer Nellie, en apariencia amantísima compañera, y la de su vida, tal y como la conocía hasta entonces. Acude a la estación a recoger a sus hijos, abandonados a la carrera por la mujer y su rutina cambia para siempre.
Es época de revueltas estudiantiles en Moscú. Estamos en otoño. Frank sigue adelante como puede con su negocio, una industria que también poco a poco va evolucionando y olvidando la impresión manual.
Movidos por la fresca presencia de Lisa, la enigmática y nueva institutriz de la familia, y el fervor literario de Selwyn, Fitzgerald consigue que nos situemos en el punto de visión de Frank y que al final, todos nosotros, en una suerte de espléndido homenaje al Nobel Kawabata, disfrutemos del olor de los abedules en primavera.
Una novela sobresaliente de la que no nos extraña la editorial haya ya publicado una segunda edición.