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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Las señoritas de escasos medios», de Muriel Spark

Esta es una novela que sigue la línea habitual de la autora, de mezclar lo grotesco o lo humorístico con lo dramático. En realidad es un texto que podría muy bien ser un relato, o una novela corta. Abarca, en su marco histórico-temporal, apenas unos meses: durante el año 1945, desde el final de la guerra en Europa hasta el final total de la guerra mundial.

Nos muestra el ambiente de guerra e inmediata posguerra en Londres, por medio de introducirnos en el interior de una residencia femenina, el club May of Teck, tipo de residencia y asociación relativamente reciente, surgido a la par que el nuevo papel adoptado por las mujeres mientras los hombres cumplen con sus obligaciones militares. Las jóvenes británicas ocupan los puestos de trabajo subalternos que han quedado vacíos con la masiva incorporación masculina a filas. Y nos encontramos con un plantel de chicas, incluso algunas solteronas de mediana edad, clase media y cortos recursos, que se han trasladado a la capital para incorporarse a diversos trabajos, dejando las familias –cuando las hay― en poblaciones más o menos alejadas, y que necesitan compartir alojamiento para salir adelante, en los duros tiempos del racionamiento e incluso los bombardeos. La residencia, el club, cumple esa función.

Spark nos va desgranando a una serie de personajes, en general todas pendientes de sus trabajos y de los chicos, con los que tienen relaciones en diversos grados. Los intercambios emocionales con los alimenticios, la ropa (el eterno vestido de Schiaparelli que va rotando por toda la residencia), los vales del racionamiento, etc., todo circula en medio de un ambiente distendido, a veces frívolo a veces religioso, y siempre, por encima de todo, muy británico.

Nicholas Farringdon es el personaje masculino que funciona como eje alrededor está estructurada la narración. Amigo de unas, amante de otras, Farringdon está fascinado por el ambiente del May of Teck, por el revoloteo constante de chicas de todas las edades y físicos, por la declamadora Joanna, la seductora Selina, la intelectual Jane, y el desfile que todos los días puede encontrar en el salón del la residencia.

La autora nos lo cuenta con una ironía sutil, en algunos momentos hilarante, aparentemente frívola, y desenfadada, pero que logra hacernos reconocer unos personajes reales en una época real. Y aunque hasta la mitad de la narración prácticamente no ocurre nada más que el discurrir de las vidas juveniles en su cotidianeidad, finalmente surge el drama, aunque contado como si fuese uno más de los movimientos arriba y abajo en las escaleras del club. Sin embargo, hay otro drama personal, que nos va siendo anticipado en pequeñas píldoras, en una noticia que viene de tierras lejanas, y que afecta a uno de los personajes centrales, sirviéndole a la autora para presentarlo y situarlo.

Así, entre ironías y chanzas, entre amoríos y supervivencias, pequeños engaños e intercambios no muy reglamentarios, con el fondo de los discursos de Churchill o las jubilosas manifestaciones públicas ante la familia real en Buckingham Palace, los distintos personajes urden una entretenida trama con su ir y venir, simbolizado por ese vaporoso vestido de Schiaparelli que todas ―las de la misma talla― comparten y lucen por turnos, y hacen de la lectura un agradable paseo por el amor y la muerte. Porque incluso la muerte es despojada de dramatismo al presentarla en circunstancias llenas de comicidad.

La edición de Impedimenta, como es habitual, está cuidada hasta el último detalle, y el libro es una delicia de maquetación y presentación.

Muriel Camberg Spark (Edimburgo, 1918-Toscana, 2006) fue una prolífica escritora británica, autora de ensayos, poesía, biografías, relatos y novelas. Tras su matrimonio en 1938 se fue a vivir unos años en Rhodesia (actual Zimbabue) hasta su divorcio y en 1944 retornó a Londres donde trabajó para el contraespionaje, elaborando noticias falsas para despistar a los alemanes, lo que realizó con tanta verosimilitud que confundía a los propios británicos. En los años 60, tras una breve estancia en Nueva York acabó afincándose en Italia, y dedicándose por completo a la literatura, en compañía de la pintora y escultora Penelope Jardine, que la ayudó ocupándose de su obra: mecanografiándola, corrigiéndola, etc. acompañándola hasta sus últimos días.