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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«La hija de Robert Poste», de Stella Gibbons

«Que otras plumas se ocupen de la culpa y las desgracias». A modo de declaración de intenciones, esta cita de Mansfield park, que encabeza la novela, guía a su autora a lo largo de las páginas de su divertidísimo libro, publicado en 1932.

Cold Comfort Farm, titulado así en el original, parodia las novelas inglesas de ambiente rural de mediados del XIX y principios del XX, y se burla con ingenio del estilo pomposo de escritores consagrados como Eugene O’Neill o las hermanas Brontë.
La protagonista, Flora Poste, es una joven londinense descarada y manipuladora, que se encuentra en la ruina tras la muerte de sus padres. Sus ocupaciones preferidas son tomar el té con sus amigos y tomar el té con sus amigos. Está decidida a no trabajar en nada durante el resto de su vida y, para lograrlo, contacta uno a uno con todos sus parientes, esperando que alguno le ofrezca alojamiento gratuito y una existencia despreocupada.

Tras múlitples rechazos y excusas, los únicos dispuestos a alojar y mantener a Flora son unos primos lejanos que habitan una oscura y destartalada granja (Cold Comfort Farm) en Sussex: los Starkadder. Estos componen una galería grotesca de personajes rurales y testarudos, que actúan movidos por instintos animales: “La vida ardía en ellos con extrema virulencia”. La tía Ada Doom y su locura parecen ser el centro de esta familia de desquiciados regidos por excéntricas reglas. Por si fuera poco, la llegada de Flora coincide con la floración de la Parravirgen, una planta con propiedades afrodisíacas que crece en la granja y que altera, más si cabe, el comportamiento de sus habitantes. Con este panorama poco alentador se topará Flora Poste quien, lejos de amilanarse, pondrá en marcha un plan que revolucionará por completo la “apacible” vida familiar.

Desde la primera página Stella Gibbons critica con acidez e ingenio a numerosos escritores de su tiempo. Aquí consigue la complicidad del lector actual, quien no precisa conocer el referente concreto para disfrutar del sarcasmo:

«Flora tenía un sueño horroroso; se sentía como si estuviera asistiendo a las obras de teatro de Eugene O’Neill; esas obras que duran horas y horas, hasta que los inspectores de la Real Sociedad para la Prevención de la Crueldad con los Espectadores llama a las puertas del teatro e insisten en que hagan al menos una pausa para el té”.

En una genial pirueta humorística, Gibbons utiliza un sistema de puntuación (uno, dos y tres asteriscos) para indicar los pasajes de “mayor calidad literaria”, siendo los señalados con tres asteriscos los más engolados, cursis y soporíferos. De esta forma ayuda a los lectores a reconocer los fragmentos óptimos y a los críticos a realizar su labor.

El sentido del humor que empapa la obra, se sustenta también en el uso del lenguaje. Por un lado, el texto está plagado de dobles sentidos y referencias implícitas (y en esto hay que agradecer las notas del traductor), como en los nombres de los personajes: Beetle, Agony, Doom, Mybug, etc. Y por otro, Gibbons transcribe fonéticamente el habla rural de Sussex, lo que imaginamos arrancará las sonrisas de los angloparlantes, rematando la sátira a la perfección.

La hija de Robert Poste nos descubre a una brillante y moderna narradora con una parodia al borde del absurdo, llevada con acierto y recomendable para cualquiera que quiera olvidarse “de la culpa y las desgracias”.