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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«La juguetería errante», en Cine y Letras

Sinceramente, dan ganas de leerla con monóculo. La juguetería errante trae fama de ingeniosa y mordaz, pero su verdadero mérito reside en un asombroso empleo de dos fórmulas patentadas por los británicos: el humor refinado y el misterio detectivesco.

Edmund Crispin publicó La juguetería errante (The Moving Toyshop) en 1946. El libro está dedicado al poeta Philip Larkin, a quien Crispin conoció en el St. John’s College de Oxford.

Aceptando que lo de ser un profesor oxoniense imprima carácter, de lo que no cabe duda es de que la novela está repleta de referencias librescas y eruditas. Una ebullición intelectual que, en estos tiempos de cultura frívola, homeopática y distendida, más de uno apreciará como un bálsamo.

El protagonista, Gervase Fen, es un detective amateur a quien Edmund Crispin hizo aparecer en nueve novelas y dos libros de relatos, editados entre 1944 y 1979.

«El excéntrico comportamiento de Gervase Fen –leemos en La juguetería errante–, profesor titular de Inglés y Literatura en St. Christopher, no se ajustaba en absoluto a los modelos tradicionales del profesorado. Pero sus colegas lo padecían de mejor o peor grado, pues sabían que cualquier pretensión de tratar a Fen juzgándolo por las apariencias acabaría sin duda dejándoles malparados».

Investigar, investigar, lo que se dice investigar, Gervase Fen investiga a su aire y de aquella manera, al menos si entendemos el verbo en el sentido científico que popularizó Sherlock Holmes. Sin embargo, tanto a Fen como a su amigo y ayudante, el poeta Richard Cadogan, los custodia el ángel del ingenio, y por ello son capaces de ir desentrañando enigmas como quien juega a las adivinanzas.

En un determinado momento, cuando Fen debe presentir por qué sucedió el crimen, responde: «Se me ocurren varias buenas razones. Pero seguramente son todas erróneas». Por descontado, ni Holmes ni Poirot serían tan sinceros.

Fen y su colega tienen la tendencia de aplicarse más a la intuición que a los hechos, y los lectores somos buenos testigos de ello. Hasta en sus conjeturas menos certeras, ambos detectives demuestran su habilidad para el disparate y el nonsense, otras dos credenciales típicamente británicas.

Pese a que toda narración policíaca tiene un esquema rígido, Crispin sobrevuela los códigos y las convenciones como si buscase un cruce deliberado entre P.G. Woodehouse, Dorothy L. Sayers, G.K. Chesterton, John Dickson Carr y Michel Innes.

Es decir, la especulación y el virtuosismo inteligente, propios de lo mejor del género, son aquí reinventados con el chispeante estilo de un humorista equiparable al citado Woodehouse.

Como ven, Impedimenta lo ha vuelto a conseguir. No sólo ha publicado otro título que a sus seguidores nos hace cómplices de una personalísima línea editorial. También lo ha hecho con un buen gusto que raya lo insólito.

Nota editorial

Cuando el poeta Richard Cadogan decide pasar unos días de vacaciones en Oxford tras una discusión con el avaro de su editor, poco puede imaginar que lo primero que encontrará al llegar a la ciudad, en plena noche, será el cadáver de una mujer tendido en el suelo de una juguetería. Y menos aún que, cuando consigue regresar al lugar de los hechos con la policía, la juguetería habrá desaparecido y, en su lugar, lo que encontrarán será una tienda de ultramarinos en la que, naturalmente, tampoco hay cadáver.

Cadogan decide entonces unir fuerzas con Gervase Fen, profesor de literatura inglesa y detective aficionado, el personaje más excéntrico de la ciudad, para resolver un misterio cuyas respuestas se les escapan.

Así, el dúo libresco tendrá que enfrentarse a un testamento de lo más inusual, un asesinato imposible, pistas en forma de absurdo poema, y persecuciones alocadas por la ciudad a bordo del automóvil de Fen, Lily Christine III.

Edmund Crispin

Buckinghamshire, 1921 – Week, 1978

El verdadero nombre de Edmund Crispin era Bruce Montgomery. Nació en 1921 en Chesham Bois, Buckinghamshire y asistió al St. John’s College en Oxford, donde se licenció en Lenguas Modernas y donde fue organista y maestro de coro durante dos años.

Cuando se le preguntaba por sus aficiones, Crispin solía decir que lo que más le gustaba en el mundo era nadar, fumar, leer a Shakespeare, escuchar óperas de Wagner y Strauss, vaguear y mirar a los gatos.

Por el contrario, sentía gran antipatía por los perros, las películas francesas, las películas inglesas modernas, el psicoanálisis, las novelas policíacas psicológicas y realistas, y el teatro contemporáneo.

Publicó nueve novelas así como dos colecciones de cuentos, todas protagonizadas por el profesor de Oxford y detective aficionado, Gervase Fen, excéntrico docente afincado en el ficticio St. Christopher’s College. Novelas que le hicieron ganarse un lugar de honor entre los más importantes autores ingleses de novela clásica de detectives.

Impedimenta emprende con su obra maestra, La juguetería errante (1946), la publicación de la saga de Gervase Fen, a la que seguirán otros títulos, como Love Lies Bleeding (1948), The Case of the Gilded Fly (1944), Holy Disorders (1945), Buried for Pleasure (1949) y Swan Song (1947).

Crispin dejó de escribir novelas en la década de los cincuenta, pero continuó redactando reseñas de novelas de detectives y de ciencia ficción para el Sunday Times. Murió de un ataque al corazón en 1978.

Por Guzmán Urrero