Tras las maltrechas ventanas del May of Teck –que se revelarán como un elemento crucial en la obra– sus joviales habitantes conviven en un ambiente divertido, a veces frívolo, siempre delicioso y normalmente despreocupado pese a los duros tiempos de la posguerra, pues “no tenía absolutamente ningún sentido deprimirse por la situación, ya que habría sido como deprimirse por la existencia del Gran Cañón del Colorado o de algún otro fenómeno natural al que fuera imposible acceder.”
Ya en las primeras líneas de la novela descubrimos la ironía y el sentido del humor fino, sutil e inteligente tan característicos de Muriel Spark, además de un magistral manejo del “tiempo narrativo” y unos diálogos que consiguen imprimir al texto agilidad, dinamismo y un ritmo extraordinarios. Es una novela deliciosa que sabe a scones con mantequilla y a earl grey, una obra para leer de un tirón, degustando cada párrafo, cada línea, cada palabra, cada instante; de las idas y venidas de los novios de unas y otras, del trasiego de un vestido de Elsa Schiaparelli –la diseñadora italiana que hacía la competencia a la mismísima Coco Chanel–, de las ocurrentes confidencias sobre el amor y el dinero –temas preferidos de conversación entre las chicas–, de las cartas de Jane Wright a Dylan Thomas o a Hemingway, de la belleza de Seline y su romance con Nicholas Farringdon, de las clases de declamación de Joanna Childe… Y un sinfín de anécdotas y situaciones hilarantes narradas con la maestría mordaz de Muriel Spark, la brillante escritora escocesa y Dama del Imperio Británico que desempeñó labores de contraespionaje en el departamento de propaganda antinazi del Ministerio de Asuntos Exteriores inglés y fue gran amiga de Graham Greene. Con semejantes credenciales lo único que podemos hacer es dejarnos llevar por sus Señoritas de escasos medios y disfrutar de la genialidad del texto, así como de la edición impecable y exquisita de Impedimenta que, como es habitual, nos presenta una magnífica portada, unas cuidadísimas cubiertas y un diseño de lujo.