Con buen acierto, la editorial afincada en Madrid (Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008, Grupo Contexto) publicó hace unos meses La Juguetería Errante, una novela de investigación con auténtico sabor británico que protagoniza Fen, el alocado profesor de Oxford que, sin ser realmente un detective al uso, sus dotes deductivas le confieren tal habilidad a la hora de resolver los casos, que perfectamente puede pasar un Sherlock Holmes de pleno de derecho.
Nos encontramos ante la tercera novela que Crispin escribió sobre el personaje (‘The Moving Toyshop’), pero que esto no suponga problema alguno pues La Juguetería Errante puede leerse de forma totalmente independiente, sea como punto de partida a previas aventuras de Gervase Fen, o como continuación directa de las mismas. Como novela eminentemente británica, La Juguetería Errante está altamente impregnada de ese humor tan peculiar del que gozan los habitantes de la vieja Albión, sacándonos fácilmente la carcajada en momentos oportunos por las excentricidades y locuras del profesor de Oxford a bordo de su llamativo automóvil, el Lily Christine III, también por las constantes persecuciones, hilarantes diálogos y situaciones cómicas que se suceden sin parar durante toda la extensión de la novela (sin por ello quitar espacio a las amenazas o los momentos en los que recabar pistas para el caso). Pero os preguntaréis una cosa (o puede que no), y es que si esto es una novela de detectives… ¿cómo es que el humor es una de sus bases fundamentales? Sumergiros entre sus páginas y descubridlo por vosotros mismos, os aseguro que no os arrepentiréis.
Una de las lecturas con las que más me he divertido últimamente, y una de mis mejores opciones del año pasado, La Juguetería Errante tiene de todo lo que podemos encontrar en una novela de estas características, pasando por el mencionado humor británico, unos personajes carismáticos (a Gervase Fen lo acompaña el algo más comedido poeta Richard Cadogan, quien también tiene sus peculiaridades), e incluso alusiones metaliterarias, en las que el propio autor hace guiños hacia su propia persona en boca de sus personajes, lo que le confiere a la novela todo un punto de frescura. Como dirían por ahí: «todo un puntazo». Tiene pocas similitudes, pero por citar uno de los autores más importantes de las últimas décadas en humor británico, el estilo de Terry Pratchett recuerda ampliamente al de Edmund Crispin, por lo que si os gustan las alocadas aventuras ambientadas en Mundodisco, es bastante probable que os lo paséis en grande con La Juguetería Errante. Ojalá lleguen más casos de Gervase Fen en castellano de la decena que escribió Crispin en los años cuarenta y cincuenta. Espero que así sea.