Y la escribió Charles Dickens hace siglo y medio (1859), para muchos el mejor narrador inglés del siglo XIX. Un pequeño ejemplo de su prosa acertada y acerada. No sirve despachar a Dickens sólo con el adjetivo de “clásico”. En todo caso convendría reflexionar sobre esta palabra. Es clásico porque sigue vigente, capaz de entretener y a la vez invitar a la reflexión. Y porque podemos seguir deleitándonos con su lectura, más allá de listas de éxitos y tendencias varias. Hay quien discute la estructura algo desigual de algunas de sus obras, pero hay que tener en cuenta que muchas de ellas las hacía Dickens por entregas, como si de un serial actual se tratase, por lo que el efecto dramático a veces se prolongaba en demasía. Esa misma proyección popular es lo que ha hecho que mucha gente conozca más a Dickens por sus adaptaciones de todo tipo (cine, tv, teatro o cómic), pero la fuente es la fuente, oiga. Y aparte de las novelas consabidas (“Oliver Twist”, “David Copperfield”, “Grandes Esperanzas” o “Cuento de Navidad”) está bien poder saborear obras menos conocidas (que no menores), como esta recopilación de historias de fantasmas. Una bonita manera de conmemorar el 200º aniversario del nacimiento de este maestro de elegante prosa.
Por Jordi Planas