“De cerca, nadie es normal”. La cita es de Caetano Veloso, pero podría aplicarse perfectamente a los personajes de estos catorce relatos. Llamados Gabriel Murtagh, Flora Marr, Marcel Berkowitz y a veces Andreas, Olivia o Darío, los protagonistas de El mes más cruel parecen distintos, muy distintos a aquello que acostumbramos a llamar “normal”. Su soledad, su fragilidad, su dependencia, su incomunicación, su desasosegante desvarío no son, sin embargo, diferentes a los del lector. Están, simplemente, vistos de cerca. De cerca y con intención de subrayar qué hay de inquietante en cada búsqueda, ya sea física o de sentido. Adón escarba en la belleza del abismo, y gusta además de hacerlo con elipsis, con símbolos, con puntos de vista parciales e intimistas. A lo Chéjov, a lo Conrad, a lo Eliot, a lo Woolf, a lo James… Restando importancia a la trama en favor del espacio, la atmósfera, los silencios. Qué importante es el silencio en este libro. El del lector, el del recluso, el del olvido… El silencio de los mejores relatos: En materia de jardines, El fumigador, Los seres efímeros… En este último, el más breve, el explorador Scott lamenta que la prensa no le reconozca el mérito de haber sido el primero en regresar del Polo… tal vez porque no puede contarlo. Dicen mucho callando, estos relatos. Y cuentan, además, con el eco de unos poemas que redundan en la emocionalidad del conjunto. La delicadeza de la prosa, la espinita de la lógica quebrada en cada pieza… Con las armas de la gran narradora que lleva años demostrando ser, Adón ha vuelto para confirmar que su destino es ser distinta. Normal…
Pilar Adón: «El mes más cruel», en Qué leer
Dos chicas que comparten casa sin saber que podrían ayudarse en sus naufragios, una amiga que parece no entender a otra en su devoción por un joven anodino, un profesor que ha de aprender el significado de la renuncia, una joven que huye con una agresión demasiado pesada en su equipaje… Los relatos de El mes más cruel comparten algo: todas sus calmas lo son tras la tormenta.