Y aunque El niño salvaje sea sólo un esbozo parcial de su bibliografía, ya revela los motivos por los que Boyle es descrito por la crítica con la etiqueta del realismo mágico.
Aunque no estoy seguro de llevar bien la cuenta, creo que son ya nueve las colecciones de relatos que llevan su firma, entre ellas, Descent of Man (1979), Greasy Lake (1985), If the River was Whiskey (1989) y Without a Hero (1994).
La bellísima nouvelle que hoy sacamos de la estantería forma parte de una de esas recopilaciones, Wild Child and Other Stories (2010): catorce relatos, entre ellos «Thirteen Hundred Rats», sobre una viuda, una pitón y la rata que ha de servirle de alimento; «The Unlucky Mother of Aquiles Maldonado», protagonizada por la madre de un exitoso pitcher venezolano, llevada por la guerrilla al corazón de la jungla; y «Ash Monday», protagonizado por un chaval de trece años que detesta a su vecino japoamericano.
Aunque sólo incluya la mencionada nouvelle, el libro que publica Impedimenta es lo bastante sólido y hermoso como para que el lector no necesite la compañía de los otros relatos que figuraban en la edición original. Con todo, no está de más citar el tipo de tramas que interesan a Boyle: historias de un color algo virado, en las que el asombro, la presencia de la naturaleza, las figuras marginales o excéntricas y los contratiempos del destino son recursos de primera categoría.
Como ya supondrá el lector, El pequeño salvaje relata la dramática vida de aquel niño del bosque popularizado por la película rodada en 1960 por François Truffaut, con una prodigiosa fotografía en blanco y negro de Néstor Almendros.
En torno a 1800, el niño salvaje de L’Aveyron fascinó a los franceses. Criado en la espesura, aquel sufrido precursor de Mowgli fomentaba muy serias preguntas sobre el comportamiento humano, en especial sobre sus facetas innatas o adquiridas.
Según nos cuenta T.C. Boyle, el chico, a quien llamaron Victor, fue llevado a un instituto para niños sordomudos de París, donde un joven pionero de la psiquiatría, Jean-Marc-Gaspard Itard, se ocupó de su cuidado y rehabilitación.
«Itard –escribe Boyle–, soltero, consagrado exclusivamente a su trabajo con los sordomudos y ansioso por demostrar sus capacidades, percibió algo en el niño que los demás no atinaron a ver. (…) Vio inteligencia y necesidad. Más aún: vio un acuerdo tácito, una confianza que floreció automáticamente en la medida en que ambos sabían que nadie, ni siquiera los más ágiles de entre los sordomudos, habría seguido al Salvaje hasta el árbol».
La historia real proporciona al escritor unos cimientos firmes sobre los que edificar su relato. Algún lector recordará que, tras el estreno de la película de Truffaut, Alianza Editorial publicó la Memoria e informe sobre Victor de L’Aveyron, escrito por Jean Itard después de que éste comprobase que sus esfuerzos educativos, aunque bien encaminados, sólo conseguían mínimos avances en el muchacho.
Todo ese trabajo baldío queda descrito en el libro de Boyle con precisión, sensibilidad y un poso de melancolía. Y es que, en cierto modo, la nostalgia de la vida salvaje pesó más en Victor que ese rudimentario aprendizaje diseñado por Itard.
Es una suerte que Impedimenta recupere a este escritor para el público español, sobre todo si tenemos en cuenta que ya han pasado diez años desde que Galaxia Gutenberg editó algunos de sus libros más notables: Música acuática, Encierro en Riven Rock, Un amigo de la tierra y El fin del mundo.