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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Eso sí, sea cual sea la naturaleza de sus planes, estos siempre irán enfocados a poner de manifiesto cómo el ser humano es capaz de hacer o aguantar cualquier cosa, siempre y cuando obtenga un beneficio económico adecuado.

En El cristiano mágico asistiremos a una agradable velada de té y charla insustancial (o no) entre Grand, sus ancianas tías Agnes y Esther, y Ginger Horton, amiga de la familia. Entre comentarios más o menos banales, iremos conociendo algunas de las insólitas ocurrencias del excéntrico millonario: cómo compró un cine para manipular a su gusto las películas proyectadas, el estrafalario modo en que consiguió que un campeón de boxeo se comportase en el cuadrilátero, los peculiares desodorantes que hizo que comercializara una compañía de cosméticos, etcétera. Y, como guinda del pastel, Southern nos narrará el demencial viaje que un buen número de acaudalados personajes soportó a bordo de un lujoso crucero (precisamente El Cristiano Mágico que da título a la novela), organizado con refinada crueldad por Grand como colofón (momentáneo, al parecer) a su carrera como gran bromista de los Estados Unidos.

Imagino que todo el mundo, en alguna ocasión, se ha planteado si haría tal o cual cosa a cambio de una buena suma de dinero. Y, aunque no lo admitamos públicamente, estoy convencido de que muchos estaríamos dispuestos a soportar humillaciones diversas por un buen pellizco. Es normal, ¿no? La avaricia forma parte de la naturaleza humana, y eso es algo que Southern tiene muy claro, como también resulta evidente para el autor de El cristiano mágico que el nivel de estupidez de las personas es directamente proporcional al número de las mismas que se encuentren juntas.

Grand se permite hacer aquello que a más de uno le gustaría hacer, y representa a ese arquetípico hombre de negocios derrochador, carente de escrúpulos y de moral, al que tan fácil resulta detestar y al que, en el fondo, no podemos evitar envidiar. Sus hilarantes aventuras le sirven a Southern para criticar diversos aspectos de la sociedad norteamericana de finales de los años cincuenta, y queda claro que la visión que tenía de sus compatriotas no era demasiado halagüeña.

Siempre resulta agradable conocer un nuevo autor y disfrutar con una obra inédita de tanta calidad como la comentada (algo que hay que agradecer, una vez más, a esa pequeña gran editorial que es Impedimenta). Gracias a esta breve novela me he interesado por un autor entre cuyos méritos se cuentan el haber participado en los guiones de, entre otras, películas míticas como ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, El coleccionista, Casino Royale, Barbarella o Easy Rider.

Ahora, tras disfrutar con las correrías de Guy Grand en papel, tendré que encontrar la manera de poder ver la adaptación cinematográfica de la novela que, con guión del propio Southern, protagonizaron Peter Sellers y Ringo Starr. Estoy convencido de que no me defraudará.

Por José Rafael Martínez Pina