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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La gran lección de «El cristiano mágico»

«El cristiano mágico es una broma constante que desborda buen humor, pero en segunda instancia deja al descubierto que el ser humano no solo no renuncia a venderse por dinero sino que además, libre de prejuicios éticos, está encantado de prestarse al juego».

Personaje clave de la contracultura norteamericana del siglo XX, Terry Southern no se perdió una batalla. Formó parte del movimiento literario de posguerra afincado en París, influyó en los escritores de la generación beat (Kerouac, Ferlinghetti, Ginsberg, Snyder…), deambuló durante algunos años por los clubs de jazz del Greenwich Village, participó en la Segunda Guerra Mundial, dio clases en la universidad, escribió los guiones de películas míticas como ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Stanley Kubrick, 1964) o Easy Rider (Denis Hopper, 1969), cubrió en 1972 la gira de los Rolling Stones, fue guionista del también mítico programa televisivo Saturday Night Live…
Si a esto le añadimos episodios personales escabrosos (adicción a las drogas y al alcohol, problemas financieros, protestas airadas contra la guerra de Vietnam, la vigilancia que sufrió del FBI…), podemos convenir en que Southern es, por sí solo, una de las imágenes más concentradas de esa contracultura norteamericana del pasado siglo que nació para trastocar en mayor o menor grado la forma de entender la vida en el mundo occidental.
Todo esto conviene dejarlo a un lado a la hora de adentrarnos en la propuesta de la novela El cristiano mágico (1959), recientemente publicada en España por Impedimenta, una de las editoriales que mejor cuidan el libro en nuestro país. Digo que conviene olvidar la semblanza de Southern porque en este libro no vamos a encontrar escenas de drogas y rock and roll, manifestaciones reivindicativas, iconos culturales estadounidenses, conciertos multitudinarios ni jóvenes melenudos semidesnudos escalando vertiginosamente los placeres del amor libre. Y tampoco un ejercicio de nuevo periodismo cuya paternidad le atribuía Tom Wolfe. La novela mantiene la chispa y la sátira características de su autor, pero por lo demás tenemos frente a nosotros a un Southern diferente.
El cristiano mágico, traducida por primera vez al castellano para Impedimenta (obra de Enrique Gil-Delgado), narra las andazas del soltero anticonvencional Guy Grand, un millonario excéntrico que derrocha su dinero comprando voluntades para poder gastar las bromas más pesadas. Primo hermano del Ignatius Reilly de La conjura de los necios –en cierta manera su reverso–, Grand es un personaje absurdo que pone de manifiesto lo absurdo que también podemos a llegar a ser todos. Sus mejores –y tal vez únicas– amistades son sus longevas tías, Agnes y Esther Edwards (ochenta y cinco y ochenta y seis años, respectivamente), y una amiga de estas, la oronda miss Ginger Horton. Cuatro personajes singulares que comentan en petit comité, con aroma a mesa camilla, los alocados proyectos habidos y por haber del estratosférico Guy Grand.
Como cada cual es libre de hacer sus propias lecturas, diré que El cristiano mágico me retrotrae a tiempos remotos, muy anteriores a los 60 y 70 del pasado siglo, décadas con las que solemos asociar inmediatamente a Southern. La novela la asocio más a los cuentos sátiricos de O´Henry o a las travesuras del Oscar Wilde oral que a los autores contraculturales antes citados. Se diría que ninguno de los personajes de la novela ha soñado siquiera con las propuestas del flower-power.
El cristiano mágico es una broma constante que desborda buen humor, pero en segunda instancia deja al descubierto que el ser humano no solo no renuncia a venderse por dinero sino que además, libre de prejuicios éticos, está encantado de prestarse al juego. Sin menospreciar la amenidad del libro, es esta dura reflexión sobre nuestra tendencia a la corrupción lo que más me ha interesado. La gran lección que Southern nos ofrece en estas 152 páginas es que para destruir el sistema no hay nada mejor que estar en la cúpula de ese sistema que se pretende destruir.
No creo que El cristiano mágico sea un libro de humor al uso (a la manera de Wilt, de Tom Sharpe, como he leído por ahí). Estamos hablando más bien de un libro cruel y desalentador sobre la condición humana que dibuja al Hombre como un ser irrisorio a su pesar.

Por Francisco Rodríguez Criado