Joanna Orzechowska (Cracovia, Polonia, 1972) es la responsable de esta labor, desarrollada para la editorial Impedimenta, y en las librerías desde junio de este año. Una oportunidad inigualable que, estando como está el mercado, con la creciente dificultad de acceder a las reediciones, yo no esperaría para aprovechar. Y el que avisa, para que conste, no es traidor.
Cuando uno tiene que hacer una crítica de un texto de la relevancia de éste, poco puede añadir, siendo honestos, a lo ya dicho. Una encrucijada en la que se encontró también el autor de la “Introducción” al volumen, Jesús Palacios (Madrid, 1964), y que resolvió bastante mejor (estoy seguro) de lo que voy a hacer yo: en “Solarizados” hace un repaso, breve pero intenso, a la recepción, el análisis y los reflejos de ‘Solaris’ (Impedimenta, 2011) en otros textos y autores. Aquellas voces que, alguna vez, reflexionaron sobre el sentido de la novela. En la inteligente decisión de poner, en boca de otros, las ideas generales y los matices concretos que enriquecen y dan sabor a la posterior lectura.
Esta crítica será, entonces, otro comentario más de una larga lista. Con el valor añadido de reconocer de partida sus límites y concretar desde el principio sus intenciones: invitarles a leer el libro y gozar de un texto magistral. No en vano, ‘Solaris’ (Impedimenta, 2011) representa la punta de lanza de la apuesta creativa de Lem, a la que dedicó buena parte de su vida, y que le valió la incómoda ignorancia o el injusto menosprecio de algunos. Pues Lem, habitualmente crítico con las fronteras autoimpuestas por la mayoría de autores de la Ciencia Ficción, y corrosivo en extremo con la Ciencia Ficción de estereotipos repetidos hasta la saciedad, era un altercienficcionista declarado. Un autor comprometido con una Ciencia Ficción más ambiciosa, seguro de su mayor potencial, y confiado en su capacidad para afrontar nuevos temas desde nuevas perspectivas.
Una escritura tan grande sólo puede devenir de un instinto creativo natural, de una imaginación desbordante y de una inteligencia apabullante. Todo ello lo tenía Stanisław Lem.
Toda la obra de Ciencia Ficción de Stanisław Lem está volcada con el objetivo de demostrar que se puede ir varios pasos más allá. En su día hablamos del inquietante trasfondo de ‘La investigación’ (Impedimenta, 2011; Bruguera, 1979), pieza inteligentísima donde se reflexiona con apasionada precisión sobre la habitualmente fastasmática frontera entre la vida y la muerte. O puedo mencionar mi novela favorita e imprescindible de Lem, ‘La fiebre del heno’ (Punto de lectura, 2000; Brugera, 1983), donde vuelven a aparecer los ecos de ‘Solaris’ (Impedimenta, 2011), en un relato denso y trepidante sobre la ambigüedad e incertidumbre inherente a realidad –sometiendo a crítica nuestra forma de conocer e interpretar lo que nos rodea.
En este sentido, a ‘Solaris’ (Impedimenta, 2011) le han hecho flaco favor, sin embargo, sus adaptaciones cinematográficas. Pues Tarkovski y Soderbergh se apartan radicalmente de este objetivo artístico y personal de Lem. Sus dos interpretaciones, aunque distintas entre sí, vuelcan parte importante de su esfuerzo, por un lado, en una estética visual inaccesible e incomparable con el estilo narrativo de Lem, y por otro lado, en una reproducción de parte de esos clichés que Lem tan claramente rechazaba –muy vendibles cinematográficamente, pero a todas luces engañosos. Por eso, si de la novela estamos hablando, lo más aconsejable es obviarlas por completo, resetear el disco duro en todo lo referente a ellas. Simplemente, no existen.
Y aún así, con el texto limpio ya de polvo y paja, tal es su ambición, y tantos los vericuetos dispuestos para el tropiezo o la confusión, que las interpretaciones seguirán siendo diversas y divergentes. En mi modesta opinión –ya advertí que estaríamos ante una más de una larga lista, ‘Solaris’ crítica la construcción del ser (el yo) a partir del conocer (el alter), llevando el argumento hasta una propuesta de gran originalidad: el planeta Solaris puede ser sin haber conocido jamás a otro aparte de sí mismo.
La aparición del ser humano en su órbita enfrenta a los dos polos interpretativos: el ser construido a partir del conocimiento (el ser humano) y el que no ha conocido jamás a otro diferente de sí (el planeta Solaris). Distinta forma de conocer presenta, no obstante, las mismas dificultades en cuanto al establecimiento de una comunicación entre ellos. Los humanos de la estación que orbita Solaris comienzan a mostrar problemas de conducta: alucinaciones, pensamientos extraños… Kris Kelvin llega al observatorio de Solaris para conocer y tratar las causas de estos problemas pero, finalmente, también él, supuesto experto en tratar las disfunciones que el conocer provoca en el ser, acaba siendo víctima de idénticos síntomas.
Stanisław Lem
He aquí la paradoja central de ‘Solaris’ (Impedimenta, 2011): aquel que jamás ha conocido a otro diferente de sí muestra más facilidad en el reconocimiento de y la comunicación con el alter, que aquel que fundamenta su existencia en conocer todo lo que le rodea. Una paradoja impíamente crítica con el ser humano, pues evidencia el abismo que media entre el conocer: o la percepción de un otro distinto a uno mismo; el reconocer: o la identificación de esa percepción en un otro concreto y determinado; y el comprender: o el entendimiento del otro en cuanto a su naturaleza y sus fines respecto a sí y a los demás.
Los seres humanos que orbitan Solaris perciben al otro, a lo largo de la novela se aproximan lentamente en su reconocimiento, pero se muestran todavía muy lejanos respecto al momento de comprenderlo… y más todavía de respetarlo o estimarlo. La “solarística” representa el intento del ser humano por acercarse más al conocimiento, que no a la comprensión, de Solaris. Ahondando todavía más en la brecha que separa a la humanidad de uno de los atributos principales del humanismo: la comprensión.
Las preguntas que nos propone Lem sobre nosotros y nuestra humanidad no son de escasa importancia: ¿comprenderíamos mejor a Solaris si, además de percibirlo, fuésemos capaces de reconocerlo como un personaje vivo e inteligente? Al fin y al cabo, ¿no es la ramplona analogía con lo estrictamente humano, más que la curiosidad y la apertura de miras ante lo posible, nuestro principal mecanismo de acceso a lo desconocido y generación de conocimiento nuevo? Y, consecuencia de esto, ¿no es nuestro conocimiento sobre nosotros mismos y lo que nos rodea, en cuanto resultado de un proceso errático, un límite a nuestra propia humanidad? La propuesta de Lem promueve el autoconocimiento, y propone a Solaris como símbolo inaprehensible, como forma de identificar y superar nuestros propios límites.
Si ‘Solaris’ (Impedimenta, 2011) es intelectualmente estimulante y retadora, literariamente es una joya de precisión. Lem no sólo trabaja con ideas y argumentos de gran profundidad, sino además con una calidad textual, un manejo de los diálogos, una caracterización psicológica de los personajes o una definición de los escenarios, absolutamente magistral. Cada novela de Lem es una pieza de orfebrería que funciona perfectamente en todos sus detalles. Una escritura tan grande sólo puede devenir de un instinto creativo natural, de una imaginación desbordante y de una inteligencia apabullante. Todo ello lo tenía Stanisław Lem.
Cada novela suya es un regalo inmenso y ‘Solaris’ (Impedimenta, 2011), sin duda, es uno de los más grandes. Por eso nos quedará, estoy totalmente seguro, como una obra maestra eterna.
Por Francisco Martínez Hidalgo