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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La opera prima y novela autobiográfica de Allan Sillitoe (Inglaterra, 1928-2010) llega a España a través de Impedimenta. En ella resuenan los ecos de la etapa de madurez que con tanta crudeza narra en su biografía, ‘Life without armour’ (Robson Books, 1995) o, en castellano, ‘La vida sin armadura’: la crueldad de su padre, la rabia contra el mundo, la intolerancia contra lo ajeno, la ira contra lo distinto, o la inconsciencia de una vida vivida en tiempo presente.

La novela se configura como el retrato de una forma de ser. Un perfil social tan inspirador que, por entonces, rondaría el rango de literatura generacional: no en vano, a Sillitoe se le vincula con el movimiento de los “Angry Young Men” que, en la década de 1950, retrataba la desesperación de la clase baja británica y la hipocresía imperante en la dialéctica social del país. Con una actitud vital claramente vinculada al “movimiento Mod”, que surgiría en el país también durante este período. Una impresión que se refuerza cuando los personajes antagonistas a Arthur Seaton (protagonista principal) le recuerdan constantemente que él no es un “Teddy Boy” -precisamente, uno de los referentes del movimiento Mod.

Sin embargo, el paso del tiempo recuperó aquel retrato. Hacia finales de la década de 1970 y comienzos de la década de 1980, a caballo de la indignación social surgida contra las políticas neoliberales de Margaret Thatcher, la creatividad británica recupera el foco social y lo centra, nuevamente, en el retrato de las clases bajas. La desesperanza, la indignación o la rabia contra el sistema político volvían a ocupar el centro de la producción artística. Sin embargo, si en las décadas anteriores había sido la literatura la fuente de expresión protagonista, ahora es el cine quién toma el testigo.

Curiosamente, habían sido las artes interpretativas, en especial el teatro y el cine, quiénes en la década de 1950 habían promovido el manifiesto de los “Angry Young Men”, y de donde había surgido el conocido como “Free Cinema”. Pues bien, inspirados en aquellas obras, una serie de directores, entre ellos los hoy reputados Stephen Frears o Ken Loach, producen documentales y películas donde Arthur Seaton vuelve a reproducirse, en contextos sociales distintos, pero con idéntica actitud vital. La misma, por cierto, que miles de jóvenes mostraron en la Gran Bretaña de 2011, donde la violencia contra el sistema político ha pasado del dicho al hecho, y de la baja a la alta intensidad.

Por eso, el retrato sociológico y psicológico que Allan Sillitoe traza en ‘Sábado por la noche y domingo por la mañana’ (Impedimenta, 2011, disponible en FantasyTienda) ha devenido, con el tiempo, lastimosamente intemporal. La sociedad británica recuerda, cada vez con más frecuencia, las consecuencias negativas de un sistema socioeconómico depredador y de un sistema sociopolítico hipócrita. La brecha social se abre cada cierto tiempo, para devorar el malestar estructural manifestado en forma de rabia incontenible, y dar rienda suelta –de paso- a una desbordante e intensa creatividad artística. Y aunque, entre todas las obras, los altibajos son una consecuencia casi concomitante a la intensidad de la indignación, Allan Sillitoe destaca con esta novela como una de las aportaciones primeras, fundamentales y de mayor poder narrativo.

Arthur Seaton trabaja torneando piezas en una tienda de bicicletas de Nottingham. Su incansable dedicación al trabajo se ve frenada por un sistema que sanciona negativamente el exceso de productividad –el ganar demasiado puede suponerle el despido, tanto como la baja productividad –el no tornear bien las piezas o no hacer suficientes también podría mandarle a la calle. Una barrera invisible representada por los compañeros de trabajo que ejercen un control informal pero incierto, pues nunca se sabe cuando, en concreto, se atraviesa algún límite por arriba o por abajo. Con todo, Arthur es en su trabajo concienzudo y preciso. Tanto que incluso, a veces, debe relajar el ritmo o fingir que limpia su torno, para no ganar más de lo que debería. Sólo así, parece, es capaz de evitar levantar las suspicacias de la dirección o de sus compañeros de trabajo, y continuar con su vida laboral estable y anodina.

En lo personal Arthur substituye esa responsabilidad y precisión, por una total falta de inconstancia e inconsciencia: se emborracha hasta caer al suelo o salir dando tumbos, provoca o entra en cualquier trifulca, salta de mujer en mujer sin orden ni concierto, genera malestar con otros compañeros de trabajo al mantener relaciones con sus esposas… Para Arthur el trabajo es el medio para un fin: mantener su vida en un limbo de diversión vivida sin límites éticos y sin objetivos de futuro.

Alan Sillitoe

De hecho, para Arthur todo va bien mientras nada cambie. Pero en la vida, irremediablemente, todo se mueve en constante cambio y Arthur, en consecuencia, deberá también cambiar. Este proceso dinámico es el que, en la novela, sale peor parado.

Sillitoe realiza un retrato sociológico y psicológico magistral: creando al realista, patético e iracundo joven de clase baja que es Arthur Seaton. Pero, cuando el personaje debe evolucionar, cuando la crítica social se fundamenta no en el contraste con los demás y sí en en el contraste consigo mismo, con la formación incipiente de un nuevo yo más maduro y a las puertas de una nueva etapa en su vida, es cuando la novela pierde solidez. La trama adquiere una velocidad antes inusitada, los hechos comienzan a sucederse a un ritmo de extenuante vértigo y, en menos que canta un gallo, el Arthur de violencia incontenible y verbo punzante parece haber desaparecido sin dejar rastro, de una vez y para siempre.

‘Sábado por la noche y domingo por la mañana’ (Impedimenta, 2011) muestra sus mayores virtudes en el retrato social, y sus mayores carencias cuando quiere ir más allá. El retrato social de Sillitoe es intenso, veraz, por momentos enternecedor y por momentos exasperante, capaz de trasladarnos toda la crudeza de una vida sin ilusiones ni proyectos. Arthur Seaton nos trae el pasado al presente e, incluso, puede mostrarnos el futuro de una vida sin más perspectiva que la de seguir viviendo. Una buena novela con un protagonista inolvidable e intemporal.

Por Francisco Martínez Hidalgo