En unos años en los que, tras la Primera Guerra Mundial, la literatura intenta encontrar una explicación al desastremo ral y existencial que provocó la guerra, los libros de Benson, sin embargo, se olvidan deliberadamente del presente y regresan con calculada melancolía y nostalgia a una época encantadora, alegre y optimista donde las máximas preocupaciones eran cambiarse de vestido para la cena y organizar cenas y fiestas al aire libre. Sin embargo, en medio de esta deliberada frivolidad, descrita de manera irónica y con mucho humor, los lectores se sumergen en un mundo obsesionado por la etiqueta y las convenciones sociales y asisten, como si se tratase de grandes tragedias clásicas, a las pequeñas envidias y rencillas protagonizadas por unos personajes de otro tiempo que se expresan en un lenguaje decimonónico y a los que Benson aplica una sana y comedida sátira pensada solamente para entretener.
En Mapp y Lucía vuelve a dominar la escena el carácter y la iniciativa de Lucía, la reina de Riseholme. La novela comienza con la muerte de su marido y el prolongado luto que guarda, que afecta a la vida social de Riseholme, totalmente dependiente de las iniciativas de Lucía. Sin embargo, Lucía decide pasar los meses de verano en una localidad costera, Tilling, adonde viaja acompañada de su inseparable Georgie. En Tilling, el carácter efervescente y dinámico de Lucía vuelve a ponerse en juego y se hace con el control social de lo que allí pasa, aunque se encuentra con el refinado maquiavelismo de Elisabeth Mapp, quien no está dispuesta a perder su privilegiado papel en la vida social de Tilling. La activa Lucía organiza cenas, fiestas, actuaciones teatrales… que la encumbran como el centro de atención. La acción se alarga, quizás demasiado, con el desgraciado accidente que provocan unas inesperadas inundaciones. Mapp y Lucía es una comedia ligera basada en el cotilleo, el enredo y la ingenua frivolidad que idealiza la época eduardiana y ridiculiza, sin acritud, el esnobismo decadente de un mundo clasista, brillante y conservador que salta hecho añicos tras la Primera Guerra Mundial.
Por Adolfo Torrecilla