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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Una oración por Katerina Horovitzová», de Arnost Lustig

Arnost Lustig escribió Una oración por Katerina Horovitzová y ahora lo edita Impedimenta, rescatándolo del olvido. Arnost Lustig (1926-2011) sobrevivió a los campos de concentración nazis, entre ellos el terrible Auschwitz.

Al terminar la guerra, fue corresponsal de la radio checa y cubrió el conflicto árabeIsrael que tuvo lugar en 1945 y desde ahí comenzó su carrera literaria, abarcando, además de novelas, guiones y relatos. Él mismo dirigió algunas de sus adaptaciones y esta misma novela fue llevada a la gran pantalla. Obtuvo el Premio Kafka y fue nominado varias veces para el Premio Nobel de Literatura. Esta novela está basada en hechos reales. Y está contada de un tirón, sin capítulos ni apartados, como si estuviéramos asistiendo a lo que sucede, viviendo junto con ellos lo que les va sucediendo, a tiempo real. Y ciertamente casi es una obra de teatro. Asistimos a los hechos en directo, unos hechos terribles que comienzan con la llegada del grupo de 18 millonarios judeo americanos al campo de concentración de Auschwitz cuando está a pleno rendimiento en su macabra asignación. Desde que llegan, el horror de las cámaras de gas está presente, el rumor de muerte les acompaña continuamente a pesar de no querer creerlo del todo. Nada más llegar un oficial que conoce su oficio de verdugo les va conduciendo por una seria de engaños hasta conseguir lo que quiere. Herman Cohen, el portavoz del grupo, se apiada de una chica, que recién llegada como ellos al campo junto con su familia, digamos, la adopta. Desde ese momento, Katerina, entra en juego con sus remordimientos por haberse salvado y su gente, no. El grupo entra en un sinsentido de tiras y aflojas orquestado por el oficial que los maneja como quiere, sabiendo siempre dónde tienen que acabar.
Los prisioneros del campo, genialmente presentados en las personas del sastre que les hace unos trajes a medida como parte de la gran burla, y del rabino de Lotz, que también tiene parte en la pantomima, nos acercan al horror de saber y no poder contar, de sobrevivir entre los muertos y de tener plena conciencia de que ellos mismos pueden acabar donde acaban todos al minuto siguiente. Vivimos, junto con el grupo, las ganas de creer en lo que les prometen; vivimos sus dudas, sus miedos, su generosidad, su mezquindad, su humanidad y junto con ellos también somos testigos de cómo Katerina va más allá de sus miedos y sus culpas y comprende en el último momento, dónde está, actuando como, desde luego, nadie hizo. O muy pocos. Es una historia humana entre lo inhumano, unos retratos geniales, hechos sutilmente, de las distintas facetas que se aunaron en ese infierno. Una historia que vale la pena saber.

Por Eva Monzón Jerez