Lo demuestra con esta novela deliciosa, magníficamente escrita, con la que uno se deleita párrafo a párrafo, página a página, hasta la línea final.
Westwood, de Stella Gibbons, es una novela fascinante, hipnótica y arrebatadora que tiene como base fundamental el amor y la nostalgia en un Londres sometido a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Gibbons escribió esta obra marcadamente autobiográfica en 1946. La protagonista es Margaret Streggles, una profesora veintiañera de alma triste, al que la naturaleza no ha agraciado con la belleza, con una especial capacidad para evadirse de la realidad del mundo, y que debido al conflicto armado que asola el continente se traslada a Londres desde una pequeña localidad provinciana donde trabajará como maestra en una escuela privada para féminas. Al llegar a la capital, asolada por los bombardeos alemanes, la vida gris, monótona y solitaria que llevaba en el campo dará un giro inesperado. En Hampstead Heath Margaret, cuyo hermano lucha en el frente europeo y al que la guerra le trae sin cuidado, encuentra de manera fortuita una cartilla de racionamiento. Al devolverla entrará en contacto con el mundo de los aristócratas, los artistas y los intelectuales, y en especial con el pintor Alex Niland y su suegro, el dramaturgo Gerard Challis, un insolente escritor al que Margaret admira profundamente. La joven maestra, fascinada por lo que representa el mundo de la cultura, que en la campiña inglesa no podía disfrutar por vivir una vida anodina y sin alicientes, entrará de lleno en el mundo de la bohemia, conocerá el ideal de lo bello y se entregará hasta lo humillante para ser aceptada intelectualmente por Challis. Éste, favorecido por el éxito de su obra, reside en la exclusiva mansión de Westwood, situada muy cerca del barrio donde se ha instalado la familia de Margaret. La joven hará lo posible por entablar amistad con una sirvienta de la casa, una joven refugiada de origen judío, para que le permita entrar en la mansión de los Challis. El ambiente que se respira en aquel lugar provocará el desconcierto de la joven soñadora que verá como aquel escritor al que idolatra es en realidad un hombre pretencioso, mujeriego, egocéntrico y fatuo. Su romanticismo se romperá en mil pedazos a la misma velocidad que se desmorona el hombre al que tiene idealizado.
Por Raul Mir
No es Westwood una novela romántica ni sentimental. Ni siquiera un canto al romanticismo que tenía en Jane Austen su máximo exponente (a Gibbons se la ha considerado la Jane Austen del siglo XX). Esta novela es un fresco de la mejor literatura inglesa de la primera mitad del siglo pasado, con esa capacidad majestuosa para la fabulación a través de la escritura —de la alta literatura—, donde la ironía es un instrumento indispensable para satirizar a los protagonistas y los contemporáneos de la escritora, para realizar una minuciosa descripción de los ambientes, de las aspiraciones y los ideales de los personajes, para penetrar en lo más profundo del alma humana, para criticar el elitismo intelectual y refinado de las clases sociales más pudientes que menosprecian los pesares de las clases menos favorecidas, para expresar los desengaños de las relaciones entre las personas y para mostrar de lo que es capaz el ser humano para aspirar a elevarse en lo espiritual y lo cultural.
Gibbons desnuda a sus personajes en la mejor tradición inglesa y su capacidad narrativa es tan soberbia que estamos ante uno de más logrados textos sobre el Londres carbonizado de la Segunda Guerra Mundial y los personajes que lo circundaron.
Stella Gibbons nos ofrece una novela deliciosa en la que el amor y la nostalgia son los verdaderos protagonistas.