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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Detalla cómo era su casa, llena de relojes –«Nuestra mentalidad la dominó el tiempo»–, su obsesión por el clima y los libros de la biblioteca de sus padres. Y luego, se demora en contar que a los cinco años se sabía el alfabeto entero, que las profesoras del colegio no admitían errores gramaticales y que la bibliotecaria era inflexible. Todos estos apuntes insustanciales continúan con la segunda conferencia, esta vez dedicada a los viajes en coche que hacía con sus padres para ver a los abuelos en Virginia Occidental y Ohio. La que habla es ya una anciana de setenta y cinco años. Se entiende esta mirada ensimismada y letárgica de alguien que quiere recordar cada pedazo de una vida que puede estar acabándose (aunque murió con 92 años); otra cosa distinta es pretender que esas pequeñeces pudieran despertar la atención de los profesores y alumnos bostonianos. En cualquier caso, Welty consigue encarar mejor la tercera parte: dice que el escritor tiene un mundo interior y un mundo exterior, habla de su trabajo como publicista y comenta varios de sus escritos.

Por Toni Montesinos