Prácticamente desconocida en España hasta hace un par de años, Gibbons, una autora cuya fértil imaginación iguala a su capacidad para la disección social, la parodia y la ironía, es desde entonces una referencia cada vez más apreciada por los lectores españoles. En efecto, en febrero de 2010, la editorial Impedimenta sacó al mercado La hija de Robert Poste, una sátira de costumbres, con ocasionales ribetes futuristas, ambientada en la Inglaterra rural de las primeras décadas del siglo XX y poblada por un
elevado número de personajes. Gibbons, a la que «The Times» ha calificado de Jane Austen del siglo XX, pretendía reírse de cierta literatura pesimista de ambiente rural que, inspirada en mayor o menor medida en Thomas Hardy, hacía furor en la época.Al final, entre risas y chascarrillos consiguió levantar un edificio aún más inquietante que sus modelos y regaló al habla inglesa algunos vocablos de su invención que han
hecho fortuna. Tras la espléndida acogida a La hija de Robert Poste (18 ediciones hasta hoy), Impedimenta publicó, justo un año después, la secuela que Gibbons escribió en 1949, Flora Poste y los artistas, una corrosiva sátira sobre el pretencioso mundo del arte y la crítica artística. Ambos volúmenes se reunieron en estuche especial en las navidades de 2011 bajo el título La saga Flora Poste. Desde el pasado mes de abril, los amantes de la prosa y las tramas de Gibbons tienen acceso a otra de sus grandes obras,Westwood, que va ya por la cuarta edición. La novela está
ambientada en el destartalado Londres de la II Guerra Mundial. El azar quiere que la protagonista se introduzca, tras el hallazgo de una cartilla de racionamiento, en un submundo de artistas, aristócratas y críticos que representan el superviviente envés de la ciudad arrasada por las bombas alemanas y un territorio para el amor y la nostalgia.
Por Eugenio Fuentes