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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Reina Lucía» y «Mapp y Lucía», de E.F. Benson

Tómese un grupo de damas de mediana edad de la burguesía rural ingresa. Añádase un puñado de humor irónico al estilo más puramente british y espolvoréese la mezcla con un poco de sátira social. Agítese la coctelera y… voilà la saga de Mapp y Lucía.

Un combinado delicioso, ¿verdad? El creador de este cóctel incendiario es el autor británico E.F. Benson (1867-1940), un curioso y prolífico escritor que consiguió crear con esta adictiva saga un universo delirante donde los cotilleos, las envidias y el imperio del “buen gusto” son el principal plato de una narración de lo más recomendable.

¿Qué encontramos cuando abrimos las páginas de Reina Lucía y Mapp y Lucía, las dos novelas de la saga que, por el momento, podemos disfrutar gracias a la editorial Impedimenta? Muy fácil. A Lucía, su principal e indiscutible protagonista, quien deberá lidiar a lo largo de la saga con varias advenedizas y usurpadoras de su trono en el Olimpo social en una lucha encarnizada y, en ocasiones, al borde de la muerte. Porque Emmeline Lucas, a.k.a. Lucía entre los habitantes del pueblo donde reside, Riseholme, es la reina del lugar y bajo su yugo se dictan los usos sociales en su pequeño reino. Ella decide por todos. Lo que es o no de buen gusto. Lo que ha de ponerse de moda. La música más elegante. Cómo debe ser una fiesta o velada “en condiciones”. Nadie tiene derecho a hacerle sombra. Y, cuando alguien se atreve a levantar la mano, surge el conflicto. Y, por tanto, lo mejor de estas obras.

Lucía en peligro

La primera novela de la saga, Reina Lucía (Queen Lucia, 1920), nos sitúa en el corazón de la burguesía rural inglesa, concretamente en el pueblo de Riseholme, el feudo de su protagonista. Allí sus habitantes no tienen otra cosa que hacer que pasear, mirar tras el visillo de la ventana, chismorrear y divertirse asistiendo a fiestas organizadas por la Reina, conocedora del auténtico buen gusto y dominatrix del “ocio elevado”. Todos confían en ella como adalid del refinamiento artístico y cultural porque Lucía sabe tocar el piano, hablar italiano (que utiliza “fluidamente” en la intimidad de su hogar con su esposo y entre sus amigos) y sólo tiene en su jardín variedades de flores citadas en las obras de Shakespeare. Todo trascurre de manera tranquila y encantadora hasta que, un día, llega al pueblo Olga Bracely, una cantante de ópera que amenaza con poner en peligro el reinado de Lucía. ¿Y cómo puede una forastera amenazar ese trono? Evidenciando que la señora Lucas ni es tan culta, ni tan inteligente ni tan mundana como pretende hacer creer.

Tras el combate con la advenediza Bracely y una serie de acontecimientos que afectarán su vida para siempre, Lucía siente que Riseholme se le queda pequeño. Nada hay en él que dominar, por lo que decide extender su reino a un nuevo y encantador lugar, Tilling, una localidad rural junto al mar que supone el fin de una era y el principio de un nuevo reinado. Allí decide irse de vacaciones una temporada y allí comienza la siguiente novela, Mapp y Lucía (Mapp and Lucia, 1931), más delirante y divertida si cabe que la anterior. Porque el pequeño y delicioso Tilling ya tiene una reina, Elizabeth Mapp, que no estará dispuesta a dejar el control de su feudo e intentará por todos los medios desenmascarar a Lucía de la misma manera que Olga Bracely. Si la anterior novela, Reina Lucía, resultaba hilarante en las escenas en las que la protagonista desplegaba sus dotes de mujer “culta” y refinada, no lo es menos Mapp y Lucía, donde se libra un combate sin igual entre dos adversarias similares. Lucía y Elizabeth son igual de retorcidas, envidiosas, repelentes y ridículas, y de sus luchas dialécticas y de las absurdas situaciones que se desarrollan para tomar el control de Tilling se extrae lo mejor de esta novela.

Sonría, querido

La saga de Mapp y Lucía es, ante todo, muy divertida. Se trata de novelas que se leen con una sonrisa perpetua en la boca y que ofrecen momentos en los que no se puede evitar una carcajada. No sólo por el retrato irónico de la sociedad rural burguesa de la Inglaterra de principios de siglo XX que hace su autor, sino también por la recreación de sus personajes, adorables y ridículos a partes iguales. De hecho, la fuerza y virtud de las novelas reside en esa construcción fina e inmisericorde de sus personajes.

En este sentido, el humor de las obras de Mapp y Lucía viene motivado por la manera que tiene Benson de caracterizar y de tratar a sus criaturas. Por ejemplo, en los comentarios del propio autor que, por aclaratorios, resultan hilarantes. Así, en una escena de Mapp y Lucía, la protagonista Lucía lleva a cabo un brillante discurso aparentemente improvisado. A lo que aclara Benson:

“No era totalmente improvisado, pues Lucía llevaba horas pensando en ello, en concreto desde la hora del baño. Pero resultaría un tanto especioso explicarlo.” (1)

Las reglas de esta sociedad dominada por el astro-rey Lucía son fácilmente asumidas y comprendidas por el lector, que de este modo adquiere su postura de superioridad alimentada por los divertidísimos comentarios y aclaraciones a lo que está sucediendo de Benson, entrelazando así una sutil relación con él. Una relación en la que el lector entiendo que Benson se ríe de sus personajes:

“Lucía se sintió ligeramente avergonzada de haberse apropiado de todo el mérito. Qué difícil era luchar contra la costumbre.” (2)

Lo cierto es que el escritor británico mira a sus personajes “desde arriba”, como el dios unamuniano que mira a sus criaturas desde el Olimpo creador, pero al contrario que en Niebla, el británico los trata con una mezcla de sorna y cariño. Si bien son ridículos, los personajes fascinan y divierten precisamente por sus defectos, retratados de manera cómica.

Desde lo alto de ese Olimpo, el autor también basa su sentido del humor en los escenarios en el que sitúa las tramas y en la sociedad que vive en ellos: el mundo rural británico, en concreto en su burguesía. El Riseholme de Reina Lucía es un pueblo isabelino de turistas, lugar de paso para ser admirado y fotografiado superficialmente para después abandonarlo. La sustancia del lugar es como la de sus propios habitantes: escasa y en ocasiones ridícula. Igualmente sucede con el costero Tilling, repleto de habitantes bobalicones que entienden la cultura y el buen gusto como monedas de cambio para ser “mejores” que sus vecinos. Porque, entre otras cosas, Reina Lucia es un libro en el que se expone el vacío en pequeños pueblos rurales ingleses, donde no hay nada que hacer salvo vigilar la vida de los vecinos, y el propio vacío de las mentes de los personajes.

E.F. Benson es un experto en la construcción de personajes y de situaciones hilarantes y ridículas. Tanto Reina Lucía como Mapp y Lucía mantienen un nivel constante en el que el humor es pieza clave. El retrato de estos universos extravagantes poblados de situaciones hilarantes nos recuerda a otros autores británicos como Stella Gibbons con su saga de Flora Poste o la inefable Nancy Mitford. Pero dos novelas saben a poco. Esperamos expectantes que la editorial Impedimenta nos regale una nueva edición de las aventuras de Lucía Lucas. La espera merecerá la pena.

NOTAS
(1) BENSON, E.F.: Mapp y Lucía, Madrid, Impedimenta, 2012, página 54.
(2) Ibidem, página 253.

Por Ana Matellanes García