Quizás sea El Ruletista, recogido también -en forma de prólogo- en este volumen, su escrito más famoso. Frente a la novela, el género del cuento alberga la gran ventaja de la brevedad, lo que hace aumentar la intensidad del efecto perseguido por el autor. La historia, enmarcada en un halo de ficción con visos de realidad, narra las cuitas de un hombre a quien jamás le acompañó la suerte; sin embargo, y desde luego inesperadamente, encuentra en los escarceos con la muerte (a través del juego de la ruleta rusa) una forma de afrontar la asunción de su propia identidad. Tal es así que, como el propio Cărtărescu escribe, la ruleta llega a adquirir una “grandeza teológica” sin precedentes, tanto en la vida del protagonista como en la de aquellos que asisten a sus singulares desafíos con las Parcas.
Como explica el autor, “el Ruletista apostaba contra sí mismo. Cuando se llevaba la pistola a la sien, él se desdoblaba. Su voluntad se volvía en su contra y lo condenaba a muerte. […] Pero puesto que su mala suerte era absoluta, lo único que podía hacer era fracasar siempre en todos y cada uno de sus intentos de suicidarse”. Y solo corresponderá al lector decidir, tras la lectura de la historia completa, si en verdad el protagonista fracasa o no…: “porque los personajes no mueren jamás, viven siempre que su mundo es leído”.
Hay un lugar en el mundo donde lo imposible es posible, se trata de la ficción, es decir, la literatura. Allí las leyes del cálculo de probabilidades pueden ser infringidas, allí puede aparecer un hombre más poderoso que el azar.
M. Cărtărescu
En El Ruletista observamos ya algunos rasgos que cobrarán fuerza renovada en el resto de historias presentes en Nostalgia (El Mendébil, Los gemelos, REM y El arquitecto): escenarios descritos de una forma absolutamente plástica, personajes cargados de problemas en su relación consigo mismos y, sobre todo, un especial uso del tiempo -que Cartarescu domina con especial maestría- que nos sitúa en un contexto de apariencia real pero que siempre colinda con el terreno onírico, con la evanescencia de los sueños. Esta última particularidad, una de las notas que convierten en especialmente atractiva la literatura de este rumano en el ecuador de la cincuentena, nos hace recapacitar de forma casi armoniosa, sin grandes sinsabores pero sin tampoco olvidar los aspectos menos amables de la vida, sobre el viejo adagio latino: tempus fugit.
Y es que, si algo les ocurre a los personajes de Nostalgia, es que sienten con especial sensibilidad la huida del tiempo, lo que empuja, a todos y cada uno de ellos, a vivir con gran intensidad los recuerdos del pasado, siempre en contraste con las expectativas de futuro. De esta manera, todos deambulan casi errantes en busca de un equilibrio que solo puede llegar al precio de poner en orden lo fijo (lo inquebrantable por pasado) y lo aún por modificar. Cartarescu confiesa a través de uno de los protagonistas de Los Gemelos: “Pero, en primer lugar, odiaba mi mentalidad de soñador negligente que -lo sabía- me impediría sin duda llevar la vida que me habría gustado”.
Esta descompensación entre la condición frágil de nuestro ánimo y la necesidad de imponerse a las pruebas del destino, conduce en ocasiones a los personajes a un estado en el que ni siquiera saben si reír o llorar. Esta tesitura ambivalente, siempre incómoda, entre la náusea y la alegría voraz, es otro de los fortines de la literatura de Cartarescu, que explica por boca de uno de los protagonistas de Nostalgia: “Me asusta un poco la pasividad con que he empezado a aceptar la situación pero incluso este temor es, de hecho, más bien lo que debería sentir que lo que verdaderamente siento (lo que de verdad siento es un deseo de reír hasta las lágrimas, todo me parece un carnaval, una farsa cómica)”.
A diferencia de otros autores, Cărtărescu presenta personalidades siempre por hacer, en marcha (aunque sin posibilidad de volver atrás), que crecen y maduran gracias a la interpretación del lector: los héroes del autor rumano recorren un camino que no existe previamente, ni siquiera en el recuerdo. Todo es pujanza -pero carente de violencia.
No haré más ampulosa esta recomendación de lectura, aunque no dejaré de invitaros muy sinceramente a haceros con un ejemplar de Nostalgia -libro que a juicio del propio coordinador editorial de Impedimenta, Enrique Redel, es de lo mejor del catálogo hasta el momento. Y suerte para Cărtărescu: rompamos una lanza a su favor. Quién sabe, quizás en alguna de las próximas ediciones se haga con el Nobel de Literatura…