«Con el transcurrir del tiempo alcanzaron una total compenetración. Cualquier observador imparcial podría afirmar que seguían siendo seres diferenciados, pero ellos sabían que se habían convertido en una unidad indivisible, tanto en lo tocante a sus cuerpos como a sus espíritus. Eran como dos gotas de aceite que se hubieran caído sobre un barreño de agua. No se juntaban a fin de repeler el agua; más bien era la presión del agua la que les obligaba a juntarse, y a la vez la que hacía imposible la separación.»
Las dificultades de toda índole surgen en la vida de los protagonistas. El hermano de Sōsuke, Koroku, debe trasladarse a vivir con ellos tras la muerte de su tío. Este contratiempo causará más de un quebradero de cabeza para ambos, debido a la delicada situación económica que atraviesan. A ello se sumará la precaria salud de Oyone, a la que los rigores del invierno no ayudarán en su recuperación.
El contacto fortuito con el casero y vecino Sakai debido a un robo ocurrido en la casa de este, provocará el encuentro entre este hombre de familia acomodada y carácter optimista con Sōsuke. Lo que comienza como una simple relación de cordialidad acaba convirtiéndose en una amistad entre ambos que supone para Sōsuke el único vínculo con la sociedad, además del trabajo, y una tímida vuelta a las relaciones sociales.
La casualidad hará el resto. La visita del hermano de Sakai a Tokio será para Sōsuke una fuente de problemas y desasosiego. Este viene acompañado de un fantasma del pasado de la pareja que creían desaparecido de sus vidas para siempre. El protagonista se verá forzado a tomar una decisión para evitar el encuentro que le recuerda el pecado que pesa sobre su matrimonio. Una decisión que no es más que una huida en búsqueda de una salvación a través de lo espiritual.
Sōseki nos hace testigos de la desazón del personaje y, poco a poco, a lo largo de la historia proporciona las claves para entender el pasado que atormenta a los protagonistas. Un pasado que les sume en la resignación y que se traduce en una aceptación ante los hechos que elude cualquier tipo de actuación.
La puerta es una historia sencilla en su argumento pero cargada de matices y profundidad. Una obra que muestra la complejidad de las relaciones humanas y los claroscuros que todo ser humano encierra y con los que, antes o después, debe enfrentarse. Es, también, una reflexión sobre el destino y los actos que marcan nuestra vida.
La clave del título la encontramos al final de la novela y en el interesante postfacio podemos obtener información sobre el budismo japonés que nos ayuda a comprender del todo el significado de algunas partes esenciales del texto.
La puerta completa la trilogía iniciada con Sanshiroy Daisuke, ambas publicadas por Impedimenta. Natsume Sōseki (1867-1916) es uno de los autores más importantes de Japón y entre sus obras más conocidas se encuentran Kokoro, Soy un gato y Botchan.