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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Viaje a la ficción y al sueño

Mircea Cartarescu y el laberinto de la nostalgia.

Impedimenta continúa en su empeño de dar a conocer al lector español la obra del escritor rumanoMircea Cartarescu (Bucarest, 1956), tarea ya iniciada por el anterior sello Funambulista. Tras ‘El ruletista’ y ‘Lulu’ nos llega ahora esta ‘Nostalgia’. La traductora sigue siendo Marian Ochoa de Eribe, que vierte acertadamente al español una escritura a menudo barroca y envolvente. Consigue arrastrarnos a proseguir la lectura incluso en los momentos más difíciles: Cartarescu está lejos de ser un escritor ‘fast food’. ‘El ruletista’, amodo de prólogo, abre ahora una colección de relatos de considerable extensión –uno de ellos, el titulado ‘REM’ puede ser clasificado de novela corta–, que se cierra con ‘El arquitecto’. La ordenación de los textos es obra del propio autor. ‘El ruletista’ y ‘El arquitecto’ son posiblemente los cuentos que más gustarán a quien prefiera los códigos narrativos de corte clásico. Pero contienen elementos impregnados de irrealidad –casi de cienciaficción en el caso del segundo–, que se verán incrementados en los relatos centrales, los tres que se agrupan bajo el título de ‘Nostalgia’.

‘El ruletista’, como reconoce Edmundo Paz Soldán en la introducción a esta edición, impacta al lector. La frontera entre realidad, azar y destino queda abolida en un callejón sin salida imaginativo, raro, enigmático y terrible. En cuanto a ‘El arquitecto’, el avatar enloquecido, solitario y totalizador del protagonista acaba adquiriendo tonalidades amedio camino entre el absurdo y una visión de nuestra pertenencia al cosmos hilarante y sarcástica. Como si el autor semoviera entre dos aguas, sin saber con certeza en cuál nadar, o mezclando ambas con el objetivo de reírse de sí mismo, de la estupidez y de la ambición intelectual humana, y de cualquier religión posmoderna destinada a buscar laVerdad con la más descomunalmayúscula.

Los relatos reunidos bajo la rúbrica que da título al libro son ‘El Mendébil’, ‘Los gemelos’ y, sobre todo, ‘REM’, el más extenso y ambicioso del conjunto. Los tres, y en particular el tercero, exigen un esfuerzo complementario al lector. Cartarescu retrata figuras que viven la añoranza de la infancia y de la preadolescencia en un Bucarest del extrarradio, salpicado de barrios decrépitos o sin acabar, de viejas instalaciones industriales, de líneas de tranvías interminables. Los viajes de los protagonistas narradores a ese pasado lo son almismo tiempo a un mundo de fantasía que trasciende lo real, a un más allá que está aquí, a unaquí que está más allá, siendo el conjunto unTODO–del que no nos es dado escapar ni salir; antes bien merece la pena dejarse atrapar por él–, quizá el REM del título, que por sí mismo justifica nuestra existencia y nuestra esencialidad cosmogónica. Esto, que puede parecer banal, o una apuesta pedante, no lo es en absoluto en la prosa de Cartarescu, que abraza y expande una suerte de realismo latinoamericano –no sé si es aventurarse demasiado calificarlo de ‘mágico’–, como si pretendiese desbordar los límites marcados por Borges o Cortázar, mucho más comedidos que el rumano. Pero vale la pena dejarse contagiar del brío con que la narradora de ‘REM’ evoca sus recuerdos infantiles de un particular país de las maravillas.

Cartarescu es dado a la digresión, a alargar las transiciones entre los núcleos fundamentales que en la narración deben prevalecer. No ahorra detalles ni pasajes. Combina realidad y sueño porque, en verdad, o así lo creen sus personajes, la única razón para vivir es formar parte de una región inabarcable, la que compone y alimenta la ficción. Cartarescu trata de «apuntar lo inexpresable». La realidad y los sueños conforman una telaraña en la que todos vivimos presos –¡qué importancia tienen las arañas y sus tejemanejes en las evocaciones del novelista rumano!–, y de la que es preciso tomar conciencia y, por qué no, gozar.

‘Nostalgia’ busca a toda costa resultar original. Lo consigue cuando logra hallazgos expresivos como éste: «entre sus cejas aparecía la gran Omega de los melancólicos». Pero le sobra a menudo cierta acumulación de referencias, una especie de todo vale que lo mismo le lleva a citar aHuysmans o a ThomasMann, a Led Zeppelin o a Pink Floyd, no siempre bien a propósito, como es el caso más bien inaudito de… Sarita Montiel.

Por José Giménez Corbatón