Obras estas «que habrían de ser consideradas como obscenas y escandalosas, lo que provocaría la renuncia del autor a la narrativa para dedicarse por completo a la poesía», como dice el traductor Roberto Frías en el posfacio. Éste que abordamos es el Hardy de siempre, el que usa el género novelístico como crítica social, muy en particular al respecto del papel de la mujer en el suroeste de la Inglaterra de provincias de finales del siglo XIX. Ese punto geográfico específico es crucial en su mirada literaria, pues encuentra en el ambiente rural los perfiles psicológicos que le interesa recrear para dirigir la narración hacia el fatalismo mediante personajes que son víctimas de sus circunstancias, de sus apetencias y rechazos mutuos: la propietaria de las arboledas que anhela lo que no tiene, el hombre de negocios preocupado por el destino de su hija, el barbero cotilla… En este caso, el ambiente de opresiva circularidad lo protagoniza la bella Grace –objeto de deseo del que se suponía que iba a ser su esposo, Giles–, que a su vez siente curiosidad por el médico Fitzpiers, «un hombre de raras meditaciones», melancólico y lector, con el que Hardy quiere reflejar su preferencia por la filosofía germánica en boga en aquel tiempo. En suma, un pedazo de vida británica, fidedigno y complejo, que analiza las fronteras que imponen las clases sociales y los prejuicios de sexo.
Pobres inglesas
Novela inédita en español hasta la fecha, publicada en 1887, «Los habitantes del bosque» puede enmarcarse entre las grandes creaciones de Thomas Hardy, después de «El alcalde Casterbridge» y antes de «Tess, la de los D'urberville» y «Jude el oscuro»