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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«La soledad del corredor de fondo», de Alan Sillitoe

Termino de leer este libro de cuentos, La soledad del corredor de fondo de Alan Sillitoe, y me siento desconcertado. Veo pocos corredores de fondo a mi alrededor. Muchos corredores de velocidad, borregos -de cultivo hidropónico- pendientes del correo electrónico decisivo, la llamada del pelotazo. Ningún corredor de fondo.

Podría echarle la culpa a un millón de factores, he reflexionado mucho sobre ello. Pero Sillitoe, un escritor inglés del 56 -como dice Amat en la introducción del libro- ya lo escribió. En el 56. En Inglaterra. Bueno, a la inglesa. Ahora resulta que esto tampoco es nuevo. Siempre ha sido así. Y queríamos ser originales. Todo eso de la lucha de clases, un anuncio. Lo de la crisis, un cuento chino. Puede. Entonces, ¿donde están las editoriales valientes, esas que se atreven a publicar al Sillitoe de turno? ¿Y sus lectores? A la literatura le está pasando lo mismo que a la agricultura: su producción se está confinando en invernaderos. De plástico. Mejor no seguir por este camino.

En el libro, La soledad del corredor de fondo, hay otros cuentos. Alguno no me ha gustado porque resulta demasiado evidente. Otros me han hecho sonreír, reconocerme, incluso sentir. Una vez hubo un tipo, Alan Sillitoe, que se puso a escribir sobre un profesor, el Sr. Raynor, que no quería hacer su trabajo, que había tirado la toalla y prefería mirar a las chicas de la tienda de enfrente. Hay una gran diferencia entre ser maestro y ser profesor. Este es un libro que gustará a los maestros, a quienes crean en los maestros, a quienes crean que la literatura puede servir para algo más que entretener. Porque quizá la literatura sirve para algo (más). Y, si no sirve, prefiero no saberlo. Prefiero seguir corriendo a mi ritmo. No tengo que ganar ninguna medalla; “cuando te has dado el gusto de sentirte como si fueses el primer hombre en la tierra en una mañana helada, si ya has experimentado el mismo malestar que ese último hombre en la tierra una tarde de verano, seguro que al final lograrás sentirte como el único hombre en la tierra, y te importará un bledo lo bueno o lo malo, puesto que te limitarás a continuar trotando con tus zapatillas, golpeando el buen terreno seco que al menos nunca te jugará una mala pasada.” La soledad del corredor de fondo, Alan Sillitoe.

Por Pedro Ramos