Tanto por la época que le tocó vivir -Guerra Mundial incluida- como por los altibajos personales, la relación con la enfermedad, sus actividades intelectuales y el círculo del que se rodeaba, sin duda Virginia Woolf tuvo una vida intensa, transgresora en cierto modo, narrable. De hecho, no han sido pocos los que han indagado en su biografía (el más exhaustivo su sobrino, Quentin Bell, del que ahora también se publica The Charleston Bulletin Supplements, en dónde también colaboró su tía) pero, hasta ahora, nadie lo había hecho en cómic.
Esa labor ha recaído en Bernard Ciccolini, dibujante y Michèle Gazier, escritora, que viñeta a viñeta repasan la vida de la autora partiendo de la infancia feliz de los veranos familiares en St. Ives hasta el trágico, aunque en cierto modo coherente, final de los bolsillos llenos de piedra y el río. Un aspecto que dota a la obra de original, además del formato, es el empeño que ponen los autores en reflejar esa no siempre apreciada fuerza de Virginia Woolf, ese ímpetu que la hizo superar las muertes de sus seres queridos, los peores momentos de su enfermedad y las vicisitudes de una vida que tuvo lugar en los principios del SXX, con todo lo que ello conlleva. La propia Gazier lo explica en el prólogo del libro: “Nos ha parecido percibir, en el curso a veces desesperado de sus días, un impulso vital, una fuerza que desmentía de buen grado tanto su marido, demasiado inquieto, como si sobrino Quentin Bell“.
Su pasión por la escritura, sus frustraciones, su relación de amor por las mujeres, la conexión intelectual con Leonard, su amor por Londres, sus recuerdos felices o las pérdidas van transcurriendo por las hojas del libro a través de unos dibujos dotados de cierta liquidez que les aporta dinamismo conectando a su vez con el espíritu de la narración. Si la editorial Impedimenta quería inaugurar a lo grande su nueva colección de novela gráfica El chico amarillo, dificilmente habría podido encontrar un título mejor.
Por Carmen López Álvarez