La acción transcurre en Londres, en el periodo de entreguerras, ocasión propicia para el estudio de la naturaleza humana en una sociedad próxima a su agonía. La protagonista es Portia Quayne, joven de dieciséis años a quien todos consideran todavía como una niña, sin experiencia de la vida ni del amor. Tras la muerte de su madre, su hermanastro Thomas se ve obligado a acogerla en su casa para cumplir los deseos de su difunto padre. En ella, Portia se encontrará con Anna, la mujer de Thomas, prototipo de mujer vacía, egoísta, escasa de sentimientos, vanidosa, superficial e incapaz de entender a nadie. El choque emocional que padece Portia es grande, acostumbrada como estaba al cariño de su madre, y pronto se da cuenta de la falsedad de Anna y de la poca fuerza moral de Thomas.
En esta situación de rechazo y soledad absoluta, Portia encuentra cariño y comprensión en la criada de la casa y, más tarde, en Eddie, curioso personaje, joven y extraño amigo de Anna, del que Portia se acaba enamorando.
El mundo interior de los personajes cobra en estas páginas una importancia muy grande y en reflejarlo y describirlo con minuciosidad radica la maestría literaria de la autora. Bowen realiza diferentes retratos de sus reacciones, sus puntos de inflexión, sus defectos y los egoísmos tan arraigados cuando no se les pone freno… Aunque en ocasiones el ritmo sea lento y se recree en demasiadas descripciones, la novela es muy agradable de leer. Además, como en todo relato profundamente humano, hay también una mínima intriga que mantiene una tranquila tensión.
Por Adolfo Torrecilla