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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La pasión española de un candidato al Nobel

Hasta su mirada es literatura. Mircea Cărtărescu tiene unos ojos melancólicos, como sembrados de una nostalgia absoluta, telúrica, hundida en la noche de los tiempos de su tierra rumana.

Él no lo dice, pero el Nobel adornará algún día su biblioteca, porque es uno de los gigantes de la literatura contemporánea. En Suecia, la Academia ya hace tiempo que ha apuntado su nombre en la agenda de los premios. A sus 56 años, su obra abarca todos los géneros. Su último libro en aparecer en España es «Nostalgia» (Ed. Impedimenta), una de sus primeras obras, compuesta de varias narraciones y de enorme trascendencia en su trayectoria. «Una prosa cautivadora, entre lírica, siniestramente cómica, especular y metafísica, siempre llevada hasta el límite», como señaló Mercedes Monmany en ABC Cultural.
Cuando hace unos días la nieve se posaba sobre Madrid, Cărtărescu, un gran apasionado de nuestra cultura («me siento muy a gusto en ella») visitó la capital española. Cayó algún cocido de postín, departió con libreros y lectores, visitó El Prado (alucinando con El Greco), paseó por la Plaza Mayor y la Plaza de la Villa, se calzó un consomé, un pincho de tortilla y unos pimientos de Padrón en el Arco de Cuchilleros, y dejó ante la prensa frases terribles: «Menos de matar a mi madre, en Rumanía me acusan de todo. Hoy es un país muy oscuro y triste, y no me refiero a Drácula ni a los vampiros, pero estamos zozobrando, nos estamos alejando de la democracia. Nos faltan valores y nos hemos acostumbrado al odio». Las relaciones del escritor con el Gobierno rumano son muy malas. De hecho, ha anunciado que no acudirá al Salón del Libro de París que está dedicado este año a Rumanía y que se abre el día 22.
Cărtărescu recuerda que llegó a ser escritor después de que la lectura fuera para él una «patología esquizofrénica», una afición que llegó a preocupar a sus mismísimos padres: «Mis colegas tocaban la guitarra, iban detrás de las chicas o eran maniáticos de los ordenadores. Sin embargo, yo solo me recuerdo leyendo». De la lectura a la escritura, el paso fue rápido: «Llegó un momento en el que no encontraba en los libros algo que necesitaba, que me dijeran algo acerca de mí. Entonces, empecé a escribir para descubrirme a mí mismo. Todos mis libros son como mapas de mi cerebro. Mi literatura es una suerte de cartografía, o haciendo un juego de palabras, son «cărtărescugrafías». Todo lo que escribo vive bajo los huesos de mi cráneo».
Primero fueron poemarios (siete), y a los treinta años, la narrativa, con títulos como «Travesti» «y la trilogía «Orbitor», a la que yo llamo mi «Moby Dick» porque tiene más de mil quinientas páginas». Le llamaron el más grande la literatura posmoderna europea, pero él prefiere considerarse como un romántico alemán del XVlll, tal que Goethe, E. T. A. Hoffman o Schiller, aunque reconozca influencias más cercanas: «Oh, muchas. Kafka, Musil. Joyce, Dostoievski. Unamuno, Cortázar, Sábato, García Márquez, Pynchon … ».
Cuenta Cărtărescu que, aunque estuviera en un gulag estalinista, en la gélida Siberia, «yo siempre sería escritor », pero no olvida el terrible hecho de haber sido parido en el terror comunista del conducator Ceaucescu: «Sufrí mucho por ser rumano y por haber nacido en un momento equivocado. Este destino siempre me ha presionado desde mi infancia. De niño, supe lo que es tener hambre, estar oprimido, despreciado en mi propia tierra ». Pero en esta tierra española, Cărtărescu, a pesar de la nevada, entra en calor. Sin embargo, la gélida Rumanía le espera y se va blowin’ in the wind, que para algo es también el traductor al rumano de Bob Dylan.

Por Manuel de la Fuente Vidal