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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Miguel Cane, del cine al mito sin «Titanic» ni Tom Cruise

Impedimenta acaba de publicar un libro sorprendente, de esos que uno ya no espera encontrar, pero que ahí están, se escriben. Obviamente, un libro como Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs, no lo podía escribir cualquiera, tenía que ser un tipo como Miguel Cane, un hombre lúcido, sensible y de una agilidad mental a la que pocos pueden aspirar.

Cane, al igual que Capote, con quien ya se le ha comparado en varias ocasiones, construye sus mitos, los propios e intransferibles, de modo que los contagia y consigue que sean amados por todos como si de algo absolutamente inseparable de nosotros mismos se tratara.

Cane responde a mis preguntas y provoca una sonrisa abierta en algunas de sus respuestas, no por ser estas previsibles ni mucho menos, sino más bien por resultar del todo sorprendentes , sarcástiscas y, sobre todo, muy inteligentes.

—¿Qué es un mitómano?

Como el libro lo dice, es alguien que abraza sin dudar la devoción que le despiertan los mitos del cine. Todos los que alguna vez hemos soñado con alguna figura que hayamos visto en la pantalla, somos mitómanos. Aunque lo nieguen, hay una enorme cantidad de mitómanos en el mundo; somos quienes preservamos la vida de las figuras que dejan su huella en el cine.

—¿Cómo leo este libro?

Puede hacerse de un modo lúdico, o de un modo académico, si bien el libro no es en absoluto de ese estilo. Es un libro para dar solaz al lector, para alimentar precisamente la fantasía del mitómano. El lector encontrará en él algunas sorpresas; y tal vez comparta conmigo los mitos que lo componen. Puede leerse como una novela, o puede leerse por partes. Habrá quienes comiencen en la A, con Brooke Adams – uno de esos mitos que no todos conocerían – y terminen en la Z; otros saltarán directamente en pos de sus preferidos y otros se dejarán llevar por la curiosidad. Si bien la intención es que haya algo para todos, y seguramente en muchos casos así será, este libro en realidad tiene que ver con una mitomanía amateur muy personal, la mía, y esa iconografía personal es lo que tengo para ofrecer, con el deseo de que este encuentro con las figuras sea satisfactorio para quien se aventure a hacerlo.

—¿Qué supone el cine para ti?

Para mí es lo que me permite ver otras vidas. Vivirlas. Es el principio de todo. Es el alimento que nutre el alma del espectador. José María Cano lo dijo muy bien en esa canción que abre el álbum “Descanso dominical”. Todos somos parte de lo que vemos, al menos durante una hora y media.

—¿Qué diferencia existe básicamente entre el Hollywood de los 30-60 y el de hoy?

Un abismo. Se hacía cine para adultos, no para imbéciles. Ha sido el cine independiente el que ha venido a salvar al espectador de los teenagers americanos que se han cargado la industria, con la venia de los ejecutivos que solo ven dinero y los directores como George Lucas, que acabó destruyendo su propio mito por unas cuantas perras.

—¿Me dejas que te señales grandes ausencias en tu libro y me explicas por qué?

—Toda la generación “Rebeldes”

No me provocan ningún interés. Además, ya bastante se escribe sobre ellos aún ahora. No me hacen falta, ni les soy necesario yo.

—Titanic

Basura sobrevalorada.

—Brad Pitt

¿Es un mito? A mí me deja tibio.

—James Cameron

Que otros escriban de él. Yo no le debo nada. Este libro, tal como fue concebido, es sobre mi iconografía personal y así insistió el editor, Enrique Redel. No falta quien ame a Cameron y qué bueno, pero yo no tengo ningún interés.

—¿Construye con retazos de bandas sonoras, la banda sonora de tu vida?

Sí, por supuesto. Son básicas e imprescindibles. La banda sonora de Jerry Goldsmith a “El Planeta de los Simios” (1968) es inolvidable, igual que la coral que compuso Georges Delerue para “La Noche Americana” (1973) de Truffaut, o la extraordinaria obra del malogrado Krysztof Komeda para “La semilla del diablo” (1968) de Polanski. Todas ellas dieron vueltas en mi iPod, junto con otras canciones – soy confeso amante del New Wave – durante la composición del libro.

—¿Qué criterio has utilizado para la elección de nombres, títulos, etc…?

El libro no es arbitrario; La selección de los mitos es completamente personal. No podría ser de otra manera, y esto es siguiendo las instrucciones de mi editor. Cuando le dije que eso era una locura, él sólo me instó a que buscara las figuras que más significasen algo para mí. Sin embargo, claro, hay concesiones. En el libro era necesario introducir figuras como Clint Eastwood o Marilyn Monroe, no porque particularmente me gusten –de hecho, puedo decirlo, no soporto a Clint Eastwood– sino por el hecho de que alimentan y dan cierto balance a esta galeria, además que le dan cierta orientación al lector y le gustan; podría decirse que algunos están ahí, como Bette Davis o Ingrid Bergman o Buñuel, porque para mí es imposible concebir el cinema sin ellos, mientras que otros como Eastwood y James Dean, están por necesidad de contraste, y otros más, como Candice Bergen, Anne Bancroft, James Fox, Paula Prentiss o Alan Bates, que usualmente no aparecen en esta clase de libros, están ahí por amor.

—Sé de buena tinta que no soy la primera que te compara con Truman Capote, ¿qué te produce escuhar tal comparación?

Un inmenso pudor. Me honra, pero honestamente, siento que Capote era único y yo no le llego ni a la bastilla de sus pantalones de Balenciaga.

—¿Qué actriz te vuelve loco de amor y cuál te provoca ganas de abofetearla?

Julie Christie. He estado enamorado de ella desde que era un crío.

¿Ganas de abofetearla? ¿Tanto así? Tendría que ser Jennifer Aniston, que desde luego, no figura en estas páginas.

—Por cierto, ¿sabes qué fue de Baby Jane?

Por boca de la mismísima Miss Davis: “Baby Jane no creció, sólo envejeció.”

—Cuéntame un secreto, ¿cuál es la película favorita de tu abuelo?

Eran muchas. Pero la que recuerdo más vivamente era una comedia de Stanley Donen llamada “Indiscreta” (1958) con Cary Grant y Santa Ingrid Bergman. Sé que era de sus favoritas porque recuerdo sus carcajadas cuando la vimos – dos veces, una en un cine de reposición y otra, años después, por la tele – y era un hombre poco propenso a morirse de la risa, y menos en público.

—¿Qué pasa con el cine que no es norteamericano? ¿Tiene alguna posibilidad en esta jungla?

¿Hoy en día? El cine escandinavo está muy bien y muy sano. Lo mismo el francés. El cine español y el cine mexicano tienen problemas en el sentido de que la oferta comercial, opuesta al cine artístico, es muy mala, pero hay que buscar una manera de llevar gente a las salas. El cine estadounidense sigue siendo rey, pero es básicamente por el número de personas que lo ven, no necesariamente por su calidad; aunque hay de todo, por supuesto. Pero sí, hay vida más allá de Hollywood.

Por Carmen Moreno