“El Gobierno es, a lo más, una conveniencia; aunque la mayoría de ellos suelen ser inútiles, y alguna vez, todos sin excepción, inconvenientes.”
El que habla es Henry David Thoreau, el autor irremisiblemente asociado a una obra, Walden; la misma que empujó a muchos lectores a pensar en él como una figura beatífica, aislada, que buscaba simplemente una vida en paz y en comunión con la naturaleza. Y es que poco parece conocerse de su perfil más luchador, el que le llevó a ser considerado el padre de la desobediencia civil y principal referente de dos personajes sin parangón: Gandhi y Martin Luther King. También de defensores del medio ambiente, antimilitaristas o activistas contra la globalización. De rescatar todas las visiones posibles sobre su figura se están ocupando en estos meses varias editoriales.
Thoreau, nacido en 1817 en la localidad estadounidense de Concord, escapó en cuanto pudo del ambiente académico. Aunque estudió en Harvard y se convirtió en una figura importante del movimiento trascendentalista, junto a su amigo, el poeta Emerson –en cuya residencia vivió algunas temporadas-, tenía claro que su vida estaba cerca de la naturaleza. Decidió vivir durante unos años en una cabaña junto al lago Walden, cercano a su pueblo natal. Allí se dedicaría a la lectura y a la reflexión sobre diversos problemas filosóficos, mientras subsistía realizando varios trabajos, como el de carpintero.
Todas su experiencias durante ese periodo de alejamiento de la civilización las plasmaría en su libro más conocido, Walden (ver primeras páginas), que, según sus propias palabras, estaba “escrito para esa mayoría de hombres que está descontenta con su vida y con los tiempos que le ha tocado vivir, pero que podría mejorarlos. Y también para aquéllos en apariencia ricos, pero que en realidad han acumulado cosas inútiles y no saben muy bien qué hacer con ellas».
Errata Naturae se encarga de rescatar esta obra con una nueva traducción. La editorial ya había demostrado interés por el autor, publicando el año pasado Cartas de un buscador de sí mismo, una recopilación del intercambio epistolar que se produjo entre Thoreau y su amigo, el teólogo Harrison G. O. Blake, durante más de diez años, dando así la oportunidad a muchos lectores de acercarse a su figura.
Otras editoriales siguieron su camino. En abril, Capitán Swing ofreció por primera vez en español la traducción de sus cuadernos personales en el libro El Diario (1837-1861), del que algunos lectores ya conocían algunos fragmentos gracias a la selección publicada por la editorial Torre del viento en 2002. Por su parte, Impedimenta se vuelca este mes en dar a conocer su vida a través del cómic Thoreau, la vida sublime (ver primeras páginas), con guión de Maximilien Le Roy y dibujos de A. Dan.
Para el editor de Impedimenta, Enrique Redel, Thoreau “cobra una especial relevancia en estos momentos. Es curioso que se trate de un personaje también reivindicado en los setenta, una época muy parecida a la nuestra, en que se asistió a un «cambio de paradigma», y en la cual la gente buscaba respuestas a retos que tenían que ver con un fin de modelo”. Añade además que el escritor era “un individualista radical que no concibe la libertad personal ni la independencia sin una renuncia a apoyar a un gobierno o un poder que considera ilegítimos, o que no responden a parámetros éticos”.
Y es que la aparente placidez de su vida y su afán contemplativo escondían un espíritu luchador y comprometido. Se mostró totalmente en contra de la guerra contra México, que veía como ampliación del sistema esclavista del sur, negándose a pagar las contribuciones que la financiaban, lo que le llevó a la cárcel. Parece ser que Emerson le fue a visitar en su cautiverio y le preguntó: “Henry, ¿cómo es que estás aquí?”, a lo que Thoreau le espetó: “Waldo, ¿cómo es que tú no estás aquí?”.
Un personaje más allá de etiquetas
Tal como recoge M. Le Roy en el prólogo de su cómic, “Emma Goldman lo describe como “el mayor” de los anarquistas norteamericanos”, a lo que agrega que “Michel Onfray invalida este epíteto: Thoreau no es anarquista, sino libertario”. Para Le Roy, finalmente, lo importante es que el filósofo, más allá de etiquetas, “enarboló su propia bandera: la de las rutas secundarias y las alternativas”.
“Quienes no conocen fuentes de verdad más puras, que no han seguido el curso de ésta hasta cotas más elevadas, se atienen prudentemente a la Biblia y a la Constitución y beben de ellas con reverencia y humildad; pero quienes reparan por dónde brotan aquellas gota a gota para alimentar ese lago o aquella laguna, se fajan fuertemente la cintura y siguen su peregrinación en busca del manantial primero”. Así se expresó en Desobediencia civil y parece que su mensaje seguirá teniendo relevancia mientras haya editoriales dispuestas a recuperarlo y lectores que quieran descubrirlo.
Por María José S. Mayo