Y más que nunca. ¿No se lo creen? Atiendan a los anaqueles de novedades de su librería favorita. Allí encontrarán al autor convertido en héroe de viñeta en Thoreau, La vida sublime, una espléndida novela gráfica que acaba de sacar a la luz, con el mimo y la elegancia que le caracteriza, el sello Impedimenta. Allí encontrarán también la obra maestra de Thoreau, el inolvidable Walden, recién reeditada en una nueva traducción por Errata Naturae. Y por si no fuera bastante, otro joven e interesantísimo catálogo editorial, Capitán Swing, se ha atrevido a sacar a la luz sus Diarios… ¿Es, o no es, un gran momento para los thoureauanos?
“Basta navegar por la vida como un pasajero curioso. No como un marinero corto de miras. Por modesta que sea una vida, honrarla abrazándola por completo, elevándola como mejor sepamos”. Son palabras que ponen en boca de Thoreau los autores del mencionado cómic, el guionista Maximilien Le Roy y el dibujante A. Dan, quienes trasladan al mundo de la viñeta las andanzas de un hombre que fue pensador, poeta, naturalista, conferenciante, fabricante de lápices y, como él mismo llegó a afirmar, “inspector de ventiscas y diluvios”. Pero que sobre todo fue un firme y convencido defensor de la libertad, de la individual y también de las libertades públicas. “No tengo el menor deseo de crear copias. Sólo quiero que cada uno explore su propio camino, el que más le convenga para, digamos, llegar a la liberación”, añade en una de las secuencias del libro.
El cómic repasa episodios fundamentales en la vida de Thoreau, como el hecho de que en 1846 se negara a pagar impuestos debido a su oposición a la guerra contra México y a la esclavitud en Estados Unidos, lo que le valió la cárcel. Aquel fue el germen de su libro La desobediencia civil, donde se declara uno de los conceptos principales de su ideología: la idea de que el gobierno no debe tener más poder que el que los ciudadanos estén dispuestos a concederle, llegando a tal punto que propone la abolición de todo gobierno. Tales teorías influirían, andando el tiempo, en personalidades tan diversas como Lev Tolstói o Mahatma Gandhi, pasando por Martin Luther King.
Pero también se centra el guion en un punto crucial de su vida, el momento en que Thoreau siente la llamada de la Naturaleza y se marcha, el 4 de julio de 1845, a vivir en un bosque cerca de Walden Pond, no lejos de su familia y amigos en Concord, durante dos años. Resultado de esta experiencia es Walden, ese maravilloso tratado sobre el sentido de la vida y la búsqueda de la armonía con lo que nos rodea, que fue publicada en 1854 y que, tras ver la luz varias versiones en nuestro idioma, ha acabado encontrando en Errata Naturae una edición que podemos considerar definitiva.
Walden, como otros títulos de Thoreau, harán las delicias de todos esos lectores que, desde los reivindicativos foros del 15-M hasta los nuevos ensayos de reconciliación con la Naturaleza, piensan que es hora de revisar nuestro modelo de sociedad de raíz, cuestionar nuestro comportamiento como sociedad y replantear nuestros valores más profundos. “La mayoría de los hombres”, leemos, “incluso en este país relativamente libre, por mera ignorancia y error, está tan preocupada con los cuidados facticios y las tareas rudas pero superfluas de la vida que no puede recoger sus mejores frutos…”.
En el Diario (1837-1861) de Capitán Swing –el volumen completo sería unas diez veces más extenso– aparecen todas las constantes de su obra, impregnadas de un delicioso lirismo que animó al mismísimo John Cage a afirmar: “Leyendo El Diario de Thoreau descubro cualquier idea que yo haya podido tener digna de tal nombre”. Pero tal vez no se trate tanto de llegar antes que Thoreau, sino de compartir con él su pensamiento, su espíritu de lucha y su vocación de libertad. ¿Puede haber algo que merezca más ponerse de moda?