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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Un nihilista ruso

Hay momentos en la historia en los que el torbellino político y social se acelera apoderándose de las gentes, haciendo que el norte se pierda o se confunda con otras latitudes, como si fuera una brújula que marca la nada por aquí y lo mismo por allá.

Y con ello me refiero, obviamente, a las latitudes políticas y a sus colores. Uno de esos tiempos revueltos de los que hablo se vivió en la Rusia de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Ejemplos de estos vaivenes pueden observarse en este autor yen su significativa novela.

Borís Sávinkov (Járkov, 1879- Moscú. 1925) era un entregado nihilista que no dudaba, como sus compañeros de armas , en lanzar sus bombas contra los zares; Naródnaia Volia, los populistas, que luego darían lugar al movimiento de los socialistas revolucionarios. Hombre de mil clandestinidades, de huidas sin cuento, de prisiones y condenas a muerte y de exilios (en París frecuentó los ambientes bohemios y trabó amistad con Pablo Picasso, Blaise Cendrars y Guillaumme Apollinaire, quienes le conocían como «nuestro amigo el asesino»). La lucha contra la autocracia zarista derivó más tarde en una furiosa oposición a los nuevos detentadores del poder, los bolcheviques.

El escritor, hombre pertrechado de la correspondiente bomba, pasa a usarlas contra los rojos por sus tendencias acaparadoras de los resortes del gobierno, en detrimento de cualquier desviación (menchevique, socialista revolucionaria, anarquista…), deriva que puede observarse en el libro con absoluta nitidez.

Con forma de diario, nos va entregando unos flashes en los que vemos a los descontentos de diferente pelaje empeñados en la caza del rojo; escenas militares -de camaradería y obediencia- en el seno del variopinto ejército, escenas populares en la que deja ver la desconfianza de algunos lugareños al ver que, junto a los recién llegados, van algunos terratenientes o algunos militares del antiguo régimen, lo que les hace dudar de la honradez de dichos combatientes (¿liberadores?); sangre, sudor y lágrimas; escenas de detenciones y de liberaciones en distintos pueblos a los que llega el fantasmal ejército de «bandoleros» y «bandidos», que arrancan con rabia los estandartes y fotografías de los líderes bolcheviques, Lenin y Trotski. Campesinos mosqueados, ya que les han quitado sus tierras y han liquidado a algunos de sus familiares por negarse a ceder sus propiedades a los comunistas. Entramos en un totuum revolutum en el que se codean luchadores procedentes de los ambientes rebeldes con lo más reaccionario de las tropas blancas, todos unidos supuestamente bajo la bandera de la libertad y la lucha contra cualquier forma de dictadura. ¡Qué abanico semántico más grande y contradictorio contienen algunas palabras!

Estamos ante una tropa en retirada, que apoyada por potencias extranjeras -Italia y Polonia-, intentaba derrocar al nuevo poder, mas no consiguió el objetivo y no solo eso sino que el jefe de la tropa fue denunciado por sus propios hombres, lo que le llevó a la perdición… como, de hecho, le pasó al autor del libro, quien acabó sus ajetreados días en las instalaciones de la siniestra cárcel de la Lubianka, en donde cumpliría los diez años de encierro con los que se había conmutado la pena de muerte dictada por los tribunales soviéticos.

Precisamente el segundo texto que se presenta en el volumen, «En prisión», da cuenta de los últimos tiempos vividos por este dandi, terrorista y bohemio de nombre Borís Sávinkov, personaje que resistía mal el hecho de vivir enjaulado como un pájaro… él, cual Ícaro redivido, necesitaba volar hasta los confines del sol de la infinita libertad. Una viva prosa describe con elegancia las peripecias nombradas, pues, además de lo ya dicho, el poliédrico Borís Sávinkov no desentonaba en su faceta de escritor.

Por Iñaki Urdanibia