La editorial Impedimenta reedita el libro de relatos La soledad del corredor de fondo, con una historia, la que da título a la obra, sobre la condición humana y con el atletismo de fondo como ejemplo.
El atletismo de fondo es un deporte solitario. La individualidad es la clave en una disciplina donde, aunque cabe la estrategia, lo que realmente cuenta es el entrenamiento personal y la fuerza de cada cual. Paradójicamente, el continente menos desarrollado, África, es poderoso en esta disciplina, tal vez porque no depende tanto de las máquinas en su desarrollo y tampoco personalmente. Pero La soledad del corredor de fondo, que puede presumir de ostentar uno de los mejores títulos de la literatura universal, es una obra que no trata tanto del deporte sino de la condición humana, de la sumisión, de la lucha de clases.
En esta obra Alan Sillitoe utiliza como ejemplo el atletismo y este tiene cierto papel protagonista en el relato, pero no lo vertebra, es solo un mecanismo, como cualquier otro, para conducir al protagonista hasta el final. En este sentido, el lector encontrará una obra más cercana a la novela Marathon man de William Goldman que al hermoso diario De qué hablo cuando hablo de correr de Haruki Murakami, sin parecerse a ninguna de las dos. Casi tiene más semejanza con la película Carros de fuego.
La soledad del corredor de fondo es el principal y más largo de un conjunto de nueve relatos del escritor inglés Alan Sillitoe, publicado originalmente en 1959. El nuevo volumen lo abre un prólogo de Kiko Amat que aporta poco, ya que se centra en hablar de su propia experiencia como lector de Sillitoe en lugar de hablar de la obra en sí. El célebre relato cuenta la peripecia de Colin Smith, un joven problemático y huérfano de padre. El robo en una panadería le condena a ingresar en un reformatorio y, allí, como afición y para entretener la aburrida vida en aquel inhóspito lugar, se aficiona a correr. Pronto destacará y será elegido para competir en el Premio Banda Azul, una carrera juvenil intercentros en la que es el favorito. Su desenlace mostrará que Smith sigue siendo el que era, que el tiempo en el reformatorio no le ha cambiado y que, por encima de las nuevas cualidades adquiridas, persiste en él su espíritu indomable.
La obra es una interesante historia que recrea la vida de las familias obreras inglesas a mediados del siglo XX, sin un futuro halagüeño y con la picaresca como habitual modo de subsistencia. La narración es ágil e interesa al lector con facilidad. Por suerte, este tono persiste en otros relatos del mismo libro. En Tío Ernest, un anciano se mete en problemas al agasajar inocentemente a dos niñas; y en Una tarde de sábado, un hombre que desea ahorcarse, para colmo, acaba arrestado. Puede que la mejor historia de todas sea El cuadro del barco de pesca, que narra la azarosa vida de un anodino lienzo como reflejo de una pareja que se rompe. Curiosamente encontramos otro relato deportivo en este conjunto, El partido, donde dos aficionados al fútbol asisten a la mala racha del Notts County. En general, este es un muy buen libro de relatos que transmite mensajes en todas sus historias. Aunque transcurren en el mismo escenario y durante el mismo tiempo, e incluso parecen contar con hechos y descripciones reales, poseen el poder literario de la universalidad. Un último detalle relacionado con el deporte. La biografía de este libro informa que Sillitoe trabajó en una fábrica de bicicletas de Nottingham y esta aparece citada en un par de relatos.
Escrito por Diego Marín A.