Jiří Kratochvil nació en Brno (República Checa) en 1940 y es en Brno (la bella ciudad en la confluencia de los ríos Svitava y Svratka), y más precisamente en sus sótanos, donde transcurre La promesa de Kamil Modráček, una novela que tiene como protagonista a un arquitecto que, tras conocer el encarcelamiento y posterior suicidio en la cárcel de su hermana, asume que ese suicidio ha sido inducido y decide vengarse encerrando de por vida al teniente Láska, su responsable en las fuerzas de seguridad del país, en las galerías subterráneas que ha descubierto bajo su vivienda. Modráček acondiciona esas galerías, compra una jaula dorada para alojar a su prisionero, secuestra al teniente, éste se vuelve loco y su captor (de algún modo) también: comienza a secuestrar a otras personas que podrían delatarlo, que podrían sospechar algo de lo que poco a poco se convierte en su único interés, el acondicionamiento de las galerías subterráneas para alojar a más y más personas (veintiuna, de todas las profesiones y ámbitos, todas relacionadas con Modráček) que completan una peculiar Arca de Noé comunista, que es cárcel y también utopía.
Aunque es posible que un resumen de este tipo haga justicia a La promesa de Kamil Modráček en tanto que novela policiaca, lo cierto es que la obra es mucho más que ello y que su interés y su valor radican precisamente en todo aquello que excede este resumen: en el personaje de Daniel Kočí, el detective privado que resuelve casos menores a espaldas de los servicios de seguridad del régimen comunista y encuentra una oportunidad para promocionarse (pero también su condena) cuando se lo comisiona para hallar al teniente Láska; en la excepcional capacidad para el símil de su autor (algo es tan blasfemo «como si alguien en una iglesia decidiera cambiar la pila del agua bendita por una escupidera», a la muerte se la oye «patear tras la puerta impacientemente, como si la muy cabrona necesitara ir al baño»); en su humor (negro, grotesco), y en el talento que exhibe Kratochvil para narrar una historia relativamente predecible de tal forma que no parezca predecible al lector (de hecho, el autor checo incluye al final del relato una vuelta de tuerca en la forma de la hija cantante del teniente Láska que obliga a revisar el libro y la distribución de víctimas y victimarios que se ha hecho en él).
Notablemente, lo que excede el resumen hecho previamente y constituye el atractivo principal de La promesa de Kamil Modráček es el tipo de lectura alegórica que puede hacerse de ella, en el marco de la cual esta novela sería tanto una ficción acerca del singular destino del arquitecto del mismo nombre como una reflexión acerca del régimen de terror instaurado por el comunismo en la antigua Checoslovaquia. Allí, en la posibilidad de esa lectura, que Kratochvil nunca desalienta, se encuentran los principales méritos de este libro, en el que los sótanos de la ciudad de Brno son escenario de las pulsiones más secretas de sus habitantes, en el que alguien secuestra a personas porque el sistema tiene secuestrado a sus habitantes desde hace años (y no los aloja en una jaula dorada precisamente), en el que la suspicacia y la sospecha no son aditamentos requeridos por un cierto tipo de literatura de género sino la forma más habitual de relación entre las personas, en el que un miembro de las fuerzas de seguridad se vuelve loco porque el sistema está loco y es criminal, en el que el monólogo interior (se suceden a lo largo del libro, y sería interesante, y una tarea pendiente, el estudiar quién narra y cuándo en este libro) es el único tipo de diálogo que pueden establecer sus habitantes, en el que (como sostiene su autor) «todas las utopías constituyen a la vez campos de concentración».
Escrito por Patricio Pron.