Lorenza Foschini emprende una encantadora aventura en la que el lector también se implica. En cierto sentido, hablamos de una investigación detectivesca, cuyas primeras claves dependen de Piero Tosi, el magnífico diseñador de vestuario que durante tantos años colaboró con Luchino Visconti. A través de Tosi, la autora conoce de primera mano uno de los proyectos que el realizador nunca pudo materializar: su versión cinematográfica de ese libro imposible de filmar que es En busca del tiempo perdido.
En busca de referencias y localizaciones, Tosi encontró complicidades muy notables: la sobrina de Marcel, Suzy Mante-Proust, y algún que otro noble entrado en años, que por razones de edad y de linaje, conoció a las figuras que inspiraron la saga.
La investigación no fue particularmente fructífera, pero en su transcurso, el diseñador dio con un coleccionista que, obsesionado por la Recherche, atesoraba manuscritos de Proust y fetiches relacionados con el escritor.
Aquel bendito loco era propietario de una fábrica de perfumes. La especialización de su bibliofilia tenía un origen biográfico. Y no es para menos: el médico que le curó una temprana apendicitis fue Robert Proust, el hermano de Marcel. Una vez prendida la mecha, su curiosidad fue transformándose en fanatismo. Tanto es así, que el coleccionista en cuestión llegó a colarse en los funerales de todos aquellos que tenían algún vínculo con el Planeta Proust, con el fin de ir atesorando nuevas y cada vez más singulares noticias de su ídolo.
¿Su mayor tesoro? Los muebles del escritor y el abrigo con el que Proust se abrigaba cuando, durante las noches, escribía en su cama.
Este relato de Tosi tuvo un oportuno colofón cuando el diseñador le reveló a Foschini el nombre de ese tipo tan singular, Jacques Guérin.
A lo largo de las páginas de El abrigo de Proust, vamos descubriendo la insólita colección de Guérin, y a través de todos los manuscritos y piezas de museo que reunió en su cámara del tesoro, obtenemos un retrato fascinante y seductor, en el que también se revela el poder del azar y de las coincidencias.
Por supuesto, el interés no se limita al protagonista, un émulo de Mario Praz, que busca la felicidad en tiendas de antigüedades y en mausoleos de papel. Como habrán imaginado, la clave principal del libro, y el motivo de su interés, reside en la intimidad de Proust, que se desliza en cada párrafo y en cada fotografía, conduciéndonos por senderos inhabituales, tan exigentes para el lector como lo son las pistas en una buena novela de misterio.
Sinopsis
El abrigo de Proust es la crónica de una obsesión literaria, una fascinante intriga bibliófila que desvela uno de los misterios más extraños de la reciente historia de la literatura.
Jacques Guérin, magnate parisino de los perfumes, vive obsesionado por los libros y por los manuscritos raros. En 1929, por azar, conoce a Robert Proust, hermano del célebre escritor de la monumental En busca del tiempo perdido, que ha muerto no hace mucho. Tras entablar relación con la familia del novelista, descubre que sus miembros, avergonzados por los textos de Proust y por su homosexualidad, se proponen destruir todos sus cuadernos, sus cartas y sus manuscritos, y malvender sus muebles. Poco a poco, a lo largo de décadas, y con ayuda de un ropavejero de aires filantrópicos, Guérin irá rescatando uno a uno los efectos personales de Proust, incluyendo, por fin, la reliquia que había llegado a codiciar más que ninguna otra cosa: el viejo y carcomido abrigo de piel de nutria con que Proust solía vestirse, y que usaba como manta por las noches mientras escribía la Recherche tumbado en su cama.
Lorenza Foschini nació en Nápoles en 1949. Además de escritora, ha trabajado como periodista y presentadora de la RAI, donde fue guionista de la serie documental La Piccola Storia.
Hugo Beccacece (traductor de la obra) es un profesor, periodista, traductor y escritor argentino. Ha sido profesor de Introducción a la Filosofía e Introducción a las Ciencias Humanas en la Universidad de Buenos Aires. Como periodista ha escrito para la revista Sur, el diario La Opinión y Tiempo Argentino, además de dirigir el suplemento literario del diario La Nación y ejercer el puesto de Jefe de Redacción de la revista ADN Cultura, desde 2007. Ha realizado traducciones de autores tales como Gaston Bachelard y Gilles Deleuze (junto a Silvia Delpy).
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