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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«La casa y el cerebro», de Edward Bulwer-Lytton

Dice Lafcadio Hearn que esta es «la mejor historia de fantasmas de la lengua inglesa.» Habrá quien rápidamente la compare con Poe, con Crane o incluso con Hawthorne.

Podría compararla, incluso, con las historias de Sarah Waters quien, sin ser victoriana, sabe crear los ambientes más tenebrosos y peligrosos en novelas como El ocupante o Afinidad. Pero la historia que escribió Edward Bulwer-Lytton es, y ahora sí, como The Fall of the House of Usher, indispensable para todo el que ame los fantasmas, el miedo, lo espeluznante, y para quien sea adicto a esa sensación de que hay algo que se nos escapa pero a lo que estamos dispuestos a lanzarnos de cabeza si se nos pone a tiro. Lo grotesco del alma humana nos cautiva, y La casa y el cerebro es una historia sobrenatural en todos los sentidos. En El ocupante Sarah Waters consigue dominar la escena de lo que narra. Esto es: domina el espacio en el que transita la historia y consigue dotar a un ser inanimado, la casa, una mansión victoriana magnífica, de un poder que sólo suele atribuirse a las personas. Es la casa la que domina, controla y estipula. Pero la casa, cómo no, guarda un secreto. Y ese secreto es un cerebro enclaustrado en su interior. Algo muy semejante ocurre en La casa y el cerebro, y no dudo que la propia Sarah conociera este relato y se inspirase en él. Porque la novelita de Bulwer-Lytton es extraordinariamente horrible, letal, perversa y victoriana. Pero victoriana al más puro estilo Jack el Destripador; victoriana al más puro estilo de un callejón en Whitechapel, con un resquicio de luz que apenas ilumina, mientras cien almas (inferi, que diría Rowling) susurran, lamentan y tiemblan detrás de ti, pegaditas todas a tu cuello, a tu piel, y que te cuentan una historia… La historia de un hombre que se mete en una casa encantada en el lado norte de Oxford Street, en Londres, y que descubre el infame pasado de sus paredes, habitantes, y de un tal señor Richards… Almas de una invisibilidad que queda en entredicho porque el terror todo lo descubre. Igual que el crimen, igual que la deshonra, igual que la inmortalidad.

La casa y el cerebro es toda una experiencia de lectura, como lo es Poe, como Hawthorne o Crane. La casa y el cerebro es como Nevermore: sílabas, versos e historias que se encadenan a la eternidad para seguir rugiendo bajo nuestra cama todas y cada una de las noches de tormenta. Es como una mano que asoma y… nos roba.