Lo bueno que tienen los libros y lo que los hace sumamente especiales es que tan solo es necesaria nuestra imaginación para idear personajes y vivir sus historias. No hay imágenes preconcebidas: partiendo del mismo libro y de la misma historia cada lector imagina las aventuras a su manera. Sin embargo, hay libros que ofrecen algo más. Hablamos de los libros ilustrados, pequeñas joyas que guían al lector con imágenes a través de la narración. De ello se encarga Sara Morante, ilustradora que ha dado vida a los personajes de grandes libros como Los Watson de Jane Austen, Diccionario de literatura para esnobs de Fabrice Gaignault y Los zapatos rojos de Andersen. Con el rojo y negro como principales tonalidades, la ilustradora consigue recrear relatos a través de preciosas imágenes. Sara se involucra de lleno en cada uno de sus proyectos y confiesa que encuentra inspiración en las personas, las calles y el mundo que le rodea. Hablamos con la ilustradora para conocer su trabajo, sus pasiones y sus nuevos proyectos.
En nuestra librería tenemos la suerte de ofrecer tres libros ilustrados por ti, Los zapatos rojos y Diccionario de literatura para esnobs de Impedimenta, y Los Watson, de Nórdica Libros. Háblanos un poco sobre cómo fue el proceso de ilustrar cada uno de estos títulos.
Cada uno de estos libros tuvo un proceso diferente, El Diccionario de literatura para esnobs, escrito por Fabrice Gaignault, fue el segundo libro que ilustraba y me encontré con un formato diferente en el que no había una narración sino que se trataba de retratar escritores, dentro de mi estilo pero siguiendo el humor negro e irónico que tan bien trazaban las descripciones de Gaignault. Por un lado trabajé con el texto, y por el otro busqué información de cada uno de esos escritores en otros medios. Fue un proceso muy fluido y divertido, he de decirlo, en parte por ese humor de Gaignault, y en parte por la vida de tan variopintos escritores.
Los Zapatos Rojos vino poco después y fue un proceso muy personal que duró cerca de cinco meses, en los cuales intenté adentrarme en la Dinamarca que conoció Hans Christian Andersen, desde un punto de vista social, religioso y cultural, ya que en este caso, y para comprender bien la historia de la niña Karen, me pareció muy importante conocer el contexto histórico y social que conoció el escritor. La editorial me ofreció la posibilidad de dar mi propia mirada del cuento de Andersen, y narrarlo con mis dibujos desde la óptica de un lector adulto, como lo soy yo, pero estuvimos de acuerdo en mantener un rigor histórico, y ser lo más fiel posible al lugar y a la época. Eso supuso buscar mucha información sobre cómo era esa Dinamarca, cómo era la gente, sus hogares, sus costumbres. Aprendí mucho de este proceso.
Los Watson, de Jane Austen, fue un cambio importante, ya que me enfrenté al reto de ilustrar una historia más amable, no ausente de la ironía de la autora, pero sin el componente macabro o gótico que había estado presente en los libros anteriores que había ilustrado. Fue un aprendizaje para mí, también, trabajar con colores y alejarme de la estética del rojo y el negro que había venido siguiendo hasta entonces, en parte porque la historia y la ambientación, en la Inglaterra de principios del siglo XIX, así lo pedían.
¿En qué proyecto estás trabajando ahora?
Acabo de terminar de ilustrar un libro para la editorial brasileña Pulo do Gato, un texto clásico que me ha supuesto ir un poco más allá en el estilo, el color y en la creación de personajes y escenarios, y este año colaboraré de nuevo con la editorial Nórdica Libros, ilustrando el texto de una autora finlandesa, un proyecto que viene de largo y que me tiene muy ilusionada porque supondrá adentrarme en los bosques lapones y en todo ese imaginario nórdico, con su mitología y sus auroras boreales, y posiblemente una vuelta a los colores rojo y negro. Los meses que me separan de este proyecto voy a intentar avanzar con proyectos personales de los que hasta ahora no me he podido ocupar.
Alguien que haya influido en tu práctica como ilustradora.
Si soy ilustradora se lo debo agradecer a dos profesores que, en su momento, me orientaron hacia este mundo; por un lado, siendo adolescente, mi profesora de Lenguaje en secundaria, María Loreto Pomar, que me convenció -¡y casi obligó!- a que me dedicara a las artes, y, por el otro, siendo ya adulta, mi profesor de litografía, Don Herbert, que me sugirió que “lo mío” era la ilustración, que lo intentara. Dos docentes que se preocuparon por orientarme, o encontrar un camino, y a los que estoy muy agradecida.
Tres cosas que te sirven de inspiración para dibujar.
El imaginario personal, formado por cosas que veo, gente que escucho, calles que piso. La lectura, ya sea el texto que ilustro u otro texto que haya leído, y la música. Pero sobre todo el gusanillo de crear; las ganas de inventar, de recrear, de meterte dentro de una historia, creo que ese es el motor de la ilustración, y la inspiración nace de esas ganas de recrear una historia con tu propio imaginario.
¿Qué ves si levantas los ojos de la pantalla y qué harás cuando termines la entrevista?
Frente a mí hay una estufa de aceite, bajo la ventana, y a través de la ventana veo unas montañas que separan o unen Francia y España. En cuanto termine esta entrevista, y entre en calor, retomaré ese proyecto personal que me tiene tan ocupada estos días y que no está muy alejado de lo que he venido haciendo hasta ahora.