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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La publicación de Walden y Cartas a un buscador de sí mismo, en Errata Naturae, y de la biografía gráfica Thoreau: La vida sublime (Impedimenta) mantiene encendida su llama.

A los 16 años, Thoreau inició sus estudios en Harvard. En la graduación, por haber sido uno de los alumnos más brillantes, pronunció un breve discurso en el que, en lugar de lanzar las consignas tópicas al uso en estos eventos formales, se descolgó con una de sus declaraciones de intenciones: de nada sirve el éxito material si no va acompañado del éxito moral, de nada sirve triunfar en lo exterior si no triunfas en tu interior.

Su primer empleo fue como profesor en una escuela. Su gran erudición y su pasión por llevar mensajes enriquecedores a los demás lo hacían el profesor ideal. Sin embargo, duró menos de una semana allí: se despidió. No quiso aceptar la directriz de la escuela de aplicar castigos corporales a los niños: “Pegar y saber no pueden ser lo mismo”, decía.

En Walden relató con detalle cómo en 1845, con 28 años, decidió irse a los bosques. El libro es, además de una exposición de su pensamiento, un manual práctico sobre la vida en la naturaleza. Thoreau construyó la cabaña (de pequeñas dimensiones: 4,5 por tres metros cuadrados) con sus propias manos y detalla exactamente todos los materiales que utilizó (desde los dos barriles de cal a los clavos) y su precio. Thoreau era un sabio, pero no de despacho sino de los que se arremangan. La vida en los bosques debía ponerlo en contacto con el conocimiento más profundo y el disfrute de la existencia.

En la biografía gráfica de Maximilien LeRoy y A. Dan, publicada por Impedimenta, se nos revela la faceta más combativa de Thoreau. Se muestra su fascinación por la naturaleza, su respeto y afecto hacia las costumbres de los indios, pero también el momento en que decide dar un paso adelante y erigirse en activista por los derechos civiles de los esclavos.

Cartas a un buscador de sí mismo nos sirve en bandeja un festín del pensamiento de Thoreau. Es la correspondencia que mantuvo con Harrison Blake a lo largo de trece años. Blake lanzaba a Thoreau una serie de cuestiones que servían para que él armase unas respuestas siempre complejas, nunca superficiales, que perfilan muy bien la figura de este escritor entre iluminado y torturado.